Aunque para algunos, a nivel
particular, el año que acaba de terminar no ha sido malo, yo soy de la misma
opinión que la famosa cantante estadounidense Madonna: “que se vaya a la mierda
2.016”. Yo creo que pocos años han sido tan nefastos desde una perspectiva
global.
Comienza un nuevo año con
importantes incertidumbres y con importantes peligros. Sin duda cuales van a
ser las políticas del nuevo presidente norteamericano, Donald Trump, van a
marcar nuestra atención, no solo en las relaciones con Rusia y China, también
en qué piensa hacer para dar satisfacción a esos millones de estadounidenses
desencantados que lo votaron y en otros asuntos para nada baladíes, como la
política medioambiental de la nueva administración de Washington, si es que va
a tener alguna, porque en el equipo del nuevo presidente hay gente, que va a
cortar bacalao, que no cree en el cambio climático. El presidente ruso, Vladimir
Putin, es experto en lidiar con impresentables en beneficio de Rusia, solo hay
que ver quien gobierna en Chechenia con mano de hierro, Ramzán Ajmátovich Kadýrov,
o lo bien que se lleva ahora con el presidente turco Erdogan, alguien que hay
que tener como aliado si quieres acabar con los terroristas yihadistas en
Siria. Pero, la política del mal menor y de trabajar con lo que es posible hacerlo,
como la tan querida por los norteamericanos de la gestión del caos, tiene
muchos riesgos. Putin ha apostado por Trump pero nada garantiza que un
impresentable que ni los guionistas de Los Simpson se hubieran imaginado que
llegaría a presidente vaya a actuar cabalmente.
En los últimos años ha crecido la
tensión estratégica entre las grandes potencias, sobre todo por las políticas
agresivas de los EE UU, pero también porque China se ha convertido en un actor
con mucho peso en la escena mundial. Nada hubiera sucedido en el Este de
Ucrania y en Crimea si los EE UU y sus aliados no hubieran apoyado a los
golpistas de la Plaza Maidán y pretendido cambiar el statu quo militar en el
Mar Negro. La OTAN ya había incorporado a varios países del Este de Europa, en
la misma frontera con Rusia, y desplegado el sistema antimisiles, diseñado para
acabar con la disuasión que aseguraba la respuesta nuclear, en países como
Rumanía y Polonia, pero también ha desplegado tropas, carros blindados y
aviación en los Países Bálticos bajo el pretexto de salvaguardar su soberanía.
Esa tensión ha generado una nueva carrera de armamentos no tanto de producción
masiva como en el campo tecnológico, con la aparición de sistemas de armas cada
vez mas invulnerables y mas mortíferos. Seguimos sentados sobre un polvorín
nuclear que un error fatal, un accidente o un loco puede hacer estallar en cualquier momento. Tampoco hay que perder de vista las tensiones en el Mar de China y el
peligro latente que las malas relaciones entre las dos Coreas, Japón Taiwán y
la RPCh generan allí.
Otro asunto importantes es que va
a suceder con la gigantesca Deuda pública de los Estados, que sigue creciendo e
hinchando una burbuja que necesariamente llegará a explotar. Cuando eso suceda
la crisis financiero-inmobiliaria nos parecerá poca cosa.
En Europa va a haber elecciones
en varios países, entre ellos en Francia y Alemania, y lo que proyectan las
encuestas da miedo. También es una incógnita cual va a ser el desenlace definitivo
del Brexit y de los procesos independentistas de Escocia y Cataluña y en que
afectará todo eso a la convivencia y a la economía.
Yo, que quiere que le diga, soy
pesimista para este tiempo que comienza, es decir, soy un optimista bien
informado, y me temo que cuando llegue finales de diciembre tendremos, como Madonna,
que mandar a la mierda también a este año.
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