En todas las guerras ha habido
crímenes, pero, desde el holocausto nazi,
es difícil recordar acciones tan perversas como las que estamos viendo en la
Guerra de Siria. Aunque en la Segunda Guerra Mundial los alemanes llevaron a
millones de personas a los campos de exterminio, a las cámaras de gas, a las
fosas comunes, etc, los aliados también hicieron de las suyas. Tanto los
soviéticos, asesinando oficiales polacos y violando mujeres alemanas, como los
aliados occidentales, que arrasaron ciudades enteras, como Hamburgo y Dresde que
no se podían considerar objetivos militares. En el Extremo Oriente también los
japoneses cometieron crímenes atroces en Corea y Manchuria, pocos años antes de
la SGM y también durante ella, pero los norteamericanos no se quedaron cortos. La
mayor carnicería de la Historia fue el bombardeo de Tokio, donde
superfortalezas volantes B-29 arrasaron la capital nipona con bombas incendiarias,
convirtiendo en un gigantesco horno las calles, y abrasando en una sola noche a
150.000 personas. No nos podemos olvidar tampoco de las dos bombas atómicas que
los EE UU arrojaron sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, que provocaron
decenas de miles de muertos, entre hombres, mujeres y niños, al instante y
otros muchos años después. En Vietnam los crímenes de guerra también fueron
algo frecuente. Era normal tirar desde helicópteros a guerrilleros del Vietcong,
por ejemplo, sin olvidarnos del “agente naranja” un producto defoliante que se
arrojaba a la selva desde aviones que provocó miles de muertos y horribles
deformaciones en fetos y recién nacidos.
El Estado Islámico y los grupos
yihadistas que operan en Siria han dado un paso mas. Utilizan sus crímenes no
solo para amedrentar a sus enemigos, también como instrumento de propaganda.
Tienen su propia productora para grabar vídeos espeluznantes donde las
ejecuciones pugnar por sublimarse con acciones cada vez mas horribles. Esta
forma de actuar no es nueva ni la han inventado estos descerebrados, fue un
iraní convertido a una rama esotérica del ismailismo, Hassan al Sabbat (Qom,
Persia, 1.034), el que creó una secta criminal llamada los “hashshashin” (de
ahí viene la palabra asesino) que causó el terror en todo Medio Oriente.
Mientras se acusaba al presidente
sirio, Al Assad, de dictador y las potencias occidentales y sus aliados
feudales árabes (mas dictadores que nadie) apoyaban, de tapadillo o
explícitamente, a los terroristas, los crímenes mas aberrantes ya estaban
sucediendo. Antes de que la OTAN quisiera intervenir en Siria (los vetos en el
Consejo de Seguridad de la ONU de Rusia y China lo impidieron) grupos
criminales, como el antiguo Frente Al Nusra, ahora cambiado de nombre y desvinculado
de Al Qaeda por orden de sus valedores saudíes, ya se comían los corazones aún
palpitantes de los soldados prisioneros sirios y obligaban a niños a
decapitarlos. Aunque los yihadistas ya habían atentado en Nueva York, Londres y
Madrid, fue necesaria una segunda ronda de crímenes en Europa para que algunos
vieran la luz. Pero, esos asesinos siguen en su orgía de sangre donde los
derechos humanos mas elementales son una quimera. Estos días hemos visto como
dinamitaban los restos arqueológicos de Palmira y como asesinaban de un tiro en
la nuca a mas prisioneros sirios, como ya habíamos visto fusilamientos, degollamientos,
ahogamientos, quemas y voladuras de personas, etc. Sin embargo, lo que mas me
ha impactado, y repugnado, es la norma que han establecido desde hace algún
tiempo y que están imponiendo en los territorios que ocupan en Siria e Irak: el
cuerpo de sus clérigos dictó una “fatua” donde se autoriza a sus militantes a
matar a los recién nacidos con síndrome de Down y malformaciones congénitas y a
los menores de edad discapacitados. La orden, promulgada por Abu Said Al Jazraui,
de nacionalidad saudí, ya se aplicaba desde finales de 2.015 en Mosul (Irak) y
se ha extendido a los territorios que ocupa el ISIS en Siria. Los métodos habitualmente
empleados son la asfixia o la inyección letal, pero también usan otros aún peores.
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