Lo que está pasando en la Partido
Socialista Francés parece una opereta (obra operística de carácter frívolo) si
no fuera una tragedia, la misma tragedia que está interpretando casi toda la
socialdemocracia europea. En la primera ronda de las primarias socialistas ha
salido ganador el que fuera ministro de Economía Social y Educación entre los
años 2012-2.014 con Hollande, Benoit Hamot, el mismo que primero colaboró con
el presidente mujeriego y luego firmó dos mociones de censura contra Manuel
Valls cuando este era primer ministro. El exprimer ministro Valls ha quedado en
segundo lugar y el, como Hamot, miembro del ala izquierda del partido y también
exministro, Arnaud Montebourg, el tercero. Como por encanto, los socialistas se
han hecho izquierdistas. No es que ahora hayan abrazado el marxismo, ni
siquiera es, como decía Lenin, que padezcan una enfermedad infantil política,
es que creen que han visto la luz, que ya saben porqué las cosas les van tan
mal y porqué no levantan cabeza. Hasta Manuel Valls, el mismo que impuso una
derechista reforma laboral, ahora, cuando las presidenciales de junio se
acercan, se ha metamorfoseado en un “peligroso” izquierdista ¿Cuáles son las
recetas de estos izquierdistas para ganar a la derecha ultraliberal y a los
populistas que lidera Marine Le Pen? Pues, por ejemplo, un salario social
inicial para todos los mayores de 18 años de 650, que sería ampliado
posteriormente a 750, un impuesto sobre los robots, legalización de la
marihuana y visados para todos los refugiados ¿Es eso lo que quiere la inmensa
mayoría de los franceses? ¿Son esas unas propuestas de izquierda serias?
Dicen que a Saulo, que se había
distinguido persiguiendo a los cristianos, una luz cegadora le tiró del caballo
y que luego, ya convertido en San Pablo, fue uno de los mejores apóstoles de Jesús,
algo parecido le pasó al centurión Cornelio. Eso queda muy bien en la ficción
del Nuevo Testamento, pero yo creo que la luz cegadora que ha tirado a los
socialistas del caballo, no solo en Francia, no es tanto la visión de sus desastrosas
políticas derechistas o de un progresismo de pandereta, sino el auge de otros movimientos
políticos que se están llevando sus votos en masa. Es difícil, por el
contrario, creer en la sinceridad de los que ayer apoyaban guerras
imperialistas y hoy dicen ser “ecoizquierdistas”, no se puede fiar uno de los
que ayer trabajaban para el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial y
ahora quieren hacer una revolución proletaria.
Los socialistas franceses no se
han enterado de nada, no han sido capaces de analizar porqué ha ganado en Reino
Unido el Brexit y en los EE UU Donald Trump y porqué millones de
trabajadores y pensionistas han votado
por eso. Creen que han visto la luz, pero están completamente ciegos, como toda
la socialdemocracia europea y la izquierda del Viejo Continente en general. Los
dinosaurios desaparecieron porque no fueron capaces de adaptarse a un medio que
había cambiado drásticamente, y, mientras emergen los populismos fascistas, los
viejos tiranosaurios Rex, ahora con cínica cara amable, agonizan. Esa es la
auténtica tragedia, el peor drama.
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