Una vez que EE UU comprendió que
no podía competir con China, un país con una economía planificada pero que al
mismo tiempo otorga un gran margen de actuación a la inversión privada y que,
además, cuenta con una gran disciplina política, cultural y social, decidió
revertir la situación, esto es, dar un giro de 180 grados a la globalización y
embarcarse en una aventura muy peligrosa, la desglobalización. Hace ya tiempo dediqué
varios artículos a este asunto, en los que avisaba de lo que podría suceder. EE
UU necesitaba una coartada para convencer al mundo occidental de que la
desglobalización es una desgracia que hay que asumir por imperativo de la
guerra, por lo malo que es Putin y por lo malos que son sus aliados chinos.
Para eso hacía falta un gran conflicto armado, naturalmente, pero no en el
Tercer Mundo, como a los que es tan aficionado el Tío Sam, sino en Europa. El
miedo que se vea cercano. Así que los que ahora hablan, tiene guasa la cosa,
del “imperialismo ruso” y de que Putin nos quiere invadir a todos, se han
olvidado por completo de lo que han hecho otros toda la vida y de que hace poco
más de un año Rusia lo único que pedía era que Ucrania no entrara en la OTAN,
una autonomía para las regiones del Donbás y que no se discutiera su soberanía
sobre Crimea, que, como todo el mundo sabe, es tierra rusa desde Catalina II,
“La Grande” y fue cedida administrativamente a Ucrania en el marco de la URSS,
y así siguió siendo tras la independencia mientras ambos países eran aliados
¿Pedía mucho Rusia? Francamente, yo creo que no, sobre todo después de ver como
la OTAN, faltando a sus promesas, se había expandido en el este de Europa hasta
las mismas fronteras de Rusia. Pero, un acuerdo cabal no interesaba a EE UU,
que ya había decidido el enfrentamiento con Rusia y con China (como hemos visto
también en Taiwán). La histórica cumbre de la OTAN en Madrid, donde
vergonzosamente nuestro país fue el anfitrión del aquelarre, selló lo que el
Imperio ya había decidido: levantar un nuevo telón de acero, esta vez no solo
en Europa, sino en todo el mundo, un telón de acero entre Occidente y Oriente.
Hay que tener muy pocas luces
para no darse cuenta de cuál es el único país que está saliendo beneficiado de
todo esto. Ucrania y Rusia ponen los muertos, Europa se empobrece y los EE UU
hacen grandes negocios vendiendo armas, gas y petróleo a precios
estratosféricos. Pero, hay un problema ¿pensaban que no iban a tener problemas
con esta loca estrategia? EE UU necesita derrotar a Rusia antes de provocar una
reacción China a una declaración de independencia de Taiwán y así tener
coartada para imponerle sanciones. Pero, los chinos no son idiotas: “Sabemos
que, tras Rusia, vendrán a por nosotros”. China no va a abandonar a Rusia y
ambos países tienen una capacidad industrial y militar enorme. Así que los
aficionados a la estrategia del caos, crearlo para luego explotarlo en el
propio beneficio, buscarán liarla aún más gorda ¿Provocando un enfrentamiento
entre China e India? Pues, por ejemplo. Pero, esta partida se juega ya con
bombas atómicas en la manga ¡Cuidado!