El día 23 de abril, en primera
vuelta, están convocadas las elecciones presidenciales en Francia, que, si fuera
necesario, tendrían una segunda vuelta el día el 7 de mayo. Se elige presidente
para un mandato de cinco años y en Francia, como todo el mundo sabe, el
presidente de la República no es un cargo figurativo, tiene poder ejecutivo y nombra
al primer ministro. Si las elecciones presidenciales en el país vecino son
siempre las mas importantes, esta vez lo son aún mas, porque, por primera vez, existe
la posibilidad de que la ultraderechista Marine Le Pen las pueda ganar. Ante
esa eventualidad, ha cundido el pánico en muchos sectores de la sociedad gala,
sobre todo en el Partido Socialista, que ve incrédulo como muchos de sus
tradicionales votantes pueden caer en las redes “populistas” si en la segunda
vuelta Le Pen se las tiene que ver con el candidato de la derecha, François Fillon. Al contrario que en España, no ha surgido en
Francia un movimiento político fuerte, como Podemos, a la izquierda del Partido
Socialista, “La noche en pié”, que es algo parecido, tiene una presencia
modesta en la política francesa, por eso muchos analistas empiezan a barajar
que es muy probable que una gran parte del voto de los trabajadores acabe en el
Frente Nacional, porque si se comparan los programas del ultraliberal Fillon y
del partido de Le Pen el segundo resulta mucho mas atractivo para la mayoría de
la clase media-baja, estoy hablando de los trabajadores y de los pensionistas.
Hasta tal punto es verdad que el pánico se está enseñoreado en Francia que
Manuel Valls, el candidato socialista a la presidencia y hasta hace poco primer
ministro, ha dicho que no descarta que Rusia intente interferir en las elecciones
presidenciales francesas con ciberataques. En el Kemlin estas bobadas, vengan
de EE UU o de Francia, ya se las toman a risa. “Antes el peligro era el
fantasma del comunismo y ahora los ordenadores de Putin”, dicen.
Los pésimos resultados que todas
las encuestas dan al PSF nada tienen que ver con imaginarios ciberataques rusos
sino con una reforma laboral derechista, por ejemplo, y con no poner coto a una
inmigración descontrolada, que está causando muchos problemas a los franceses.
Hasta ahora en Francia, como en otras partes de Europa, funcionaba el
bipartidismo, y la alternancia en el poder entre el partido socialista y la
derecha civilizada garantizaban la estabilidad, pero el mundo ha cambiado
mientras los grandes partidos se han dormido en los laureles y no han sabido adaptarse
a las nuevas circunstancias. La derechización de toda la socialdemocracia
europea, que ha sido mucho mas evidente después de la crisis que provocó
el estallido de la burbuja financiero-inmobiliaria, y la falta de políticas
sensatas, provocando guerras, como la de Libia, que han originado un éxodo
masivo de migrantes hacia Europa, han operado en la opinión pública de una
forma que no todos han sabido ver. Por eso para la mayoría el triunfo del
Brexit o de Donald Trump han sido unas sorpresas. Con esos precedentes y con
los datos que reflejan las encuestas no es de extrañar que el miedo haga perder
los nervios y que se empiecen, también en Francia, a ver conspiraciones donde
solo hay irresponsabilidad.
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