Al final de la masiva manifestación del
22M, donde se concentraron las “marchas por la dignidad” que habían partido de
diversos puntos de España, se produjeron graves altercados con la policía y
episodios de una violencia inusitada contra bienes privados y mobiliario urbano.
Tras esa multitudinaria concentración estaba IU y varios sindicatos afines, que
habían organizado las marchas y preparado las pancartas y la logística. Tras
los incidentes el desconcierto cundió en la coalición rojiverde, que vio como
unos pequeños grupos violentos lograban monopolizar la noticia de la
movilización en los medios de comunicación y como no habían sido capaces de
prever lo que finalmente sucedió, al no establecer un servicio de orden bien
organizado y suficientemente numeroso. Como no podía ser de otra manera, el
coordinador general de IU, Cayo Lara, se apresuró a declarar que la inmensa
mayoría de los ciudadanos se habían manifestado de forma pacífica, que IU no
tenía nada que ver con los grupos violentos y que su formación política
condenaba la violencia sin ambages. Pero el desconcierto fue tal que,
descolocados, dirigentes de la propia coalición, como el máximo responsable en
Aragón, o de CC OO, como su secretario en Madrid, hacían piruetas dialécticas
inverosímiles para, con una ceguera total, echar incluso la culpa a la policía.
El pasado fin de semana la
violencia callejera se ha vuelto a reproducir en varias movilizaciones de Madrid y Barcelona, donde el perfil de los
vándalos es exactamente el mismo de los que pateaban a los policías tras la
manifestación del 22M. Tras la ingenuidad de algunos que piensan que esto
estaba cantado, dadas las medidas contra los trabajadores y la grave
problemática social, otros tenemos una opinión muy distinta y estamos convencidos
que los grupos organizados que emplean la violencia como método no tienen nada
que ver con la legítima contestación de la gente que peor lo está pasando, al
contrario, como bien sabe ya la policía, su perfil es el mismo de los cachorros
de ETA y algunas organizaciones nacionalistas radicales, aunque se esconden
bajo siglas y pintadas anarquistas, sin saber siquiera, claro está, quien era Bakunin.
Estos grupos acudieron a la manifestación del 22M en autocares llegados del
País Vasco, Cataluña y Galicia y el mismo organigrama lo han repetido el pasado
fin de semana en Madrid y en Barcelona, en lo que parece ser un ensayo general,
una especie de maniobras, para algo mas gordo. Hay que descubrir que mano o
manos mecen la cuna, algo que puede deparar sorpresas, y cual es su objetivo
final.
Hay una nueva moda, las
revoluciones de diseño, que empezaron con las “naranja” pero que ahora tienen
el ingrediente de la violencia. Las hemos visto en Libia, en Siria y
recientemente en Ucrania, nada tienen que ver con las movilizaciones sociales
tradicionales, y responden a intereses inconfesables, ajenos a las demandas de
la inmensa mayoría de ciudadanos y pueden servir de instrumento para los golpistas o
de coartada para los que pretender cercenar los derechos constitucionales.