Otra vez la autoridad moral.
Pocos políticos españoles tienen autoridad moral para hablar de nada y los que
han sido presidentes del Gobierno de este país aún menos. Lejos de ser unos
grandes estadistas y unos grandes patriotas, como los consideran algunos, como
lo fue sin duda el presidente Adolfo Suárez, las fechorías de Felipe González y
de José María Aznar dan para escribir un libro. Pues bien, Felipe González, el
mismo que capitaneó el golpe contra su propio secretario general, el líder
indiscutible de las puertas giratorias y de las conspiraciones, no ha perdido
ni un minuto en salir a la palestra para criticar al Gobierno y para criticar a Pedro Sánchez ante la eventualidad de que se conceda un indulto a los políticos
catalanes presos, que no presos políticos. Sin embargo, la buena memoria es un
arma de destrucción masiva: El 23 de diciembre de 1988 el Consejo de Ministros
del gobierno de Felipe González concedió el indulto al General Armada, el
cabecilla del golpe de Estado de 1981 (que no fue exactamente el del 23F) que
había sido condenado por el Tribunal Supremo a 30 años de prisión por el delito de rebelión. Esa tarde del día anterior a
Nochebuena el Rey, como es preceptivo, había firmado el indulto y a las 9 de la
noche salía Armada del hospital militar Gómez hulla de Madrid hacia su casa, no estaba enfermo de nada, pero gozaba de toda clase de privilegios ¿De
verdad quiere Felipe González que contemos por qué Armada gozó de los
privilegios que no gozaron otros condenados por el golpe de Estado y por qué,
también al contrario que los otros condenados, Armada fue indultado? ¿Tendremos
que abrir la Caja de Pandora? Los indultos son una medida excepcional que van
más allá de una simple medida de gracia, deben tener una utilidad, para los
indultados, pero, sobre todo, para la sociedad. En el caso del indulto que el
gobierno de González concedió al general Armada la medida fue muy útil para el
militar golpista, también para los que tenían mucho interés en que no hablara,
pero no fue de ninguna utilidad para la sociedad española, que, después de
tantos años, sigue engañada. Así que los que estuvimos en contra de aquel
indulto tenemos ahora la autoridad moral para estar en contra del indulto a los
golpistas catalanes, la autoridad moral que otros, empezando por Felipe
González no tienen. Es de sentido común que, para indultar a un condenado,
sobre todo si estamos hablando, como es el caso, de delitos muy graves, es
necesario el arrepentimiento y el compromiso expreso de que no se va a volver a
cometer el mismo delito. En el caso del general Alfonso Armada, un católico de
esos que matarían hasta a su propia madre, que participó en la División Azul en
el sitio de Leningrado ayudando a los nazis, donde murieron 800.000 personas,
muchos niños (incluido el único hermano de Putin) la mayoría de hambre y frío
en un sitio criminal que duró tres años, el mismo general que presidió la
cruzada Pro-Docencia, el mismo que utilizando el sello de La Casa Real envió
cartas pidiendo el voto para Alianza Popular, el mismo general del que no se
fiaba (y, evidentemente, hizo bien) Adolfo Suárez, ese general, nunca se
arrepintió de nada, pero, eso sí, prometió no volver a las andadas y guardar
silencio hasta su muerte. Como es lógico, el Tribunal Supremo se ha opuesto al
indulto a los condenados por el “Procés” y lo considera “una solución
inaceptable”. Por muchas piruetas dialécticas y triples saltos mortales con
tirabuzón que haga Pedro Sánchez no va a convencer a los españoles de la
justicia ni de la necesidad del indulto, salvo la necesidad para mantenerse en el gobierno
hasta agotar la legislatura, aunque tampoco debería fiarse de que los
independentistas catalanes se lo permitan. Los golpistas catalanes volverán a
intentarlo y esta vez, me temo, habrá enfrentamientos violentos, bueno, más
violentos, quiero decir. La insistencia de la CUP en desmovilizar los
antidisturbios de los Mossos de Escuadra y la exigencia de que la policía
autónoma catalana no intervenga en manifestaciones y algaradas para dar sus
votos al nuevo gobierno independentista deja diáfano por donde van a ir los tiros. Cuando los golpistas vuelvan a las andadas solo los políticos que ahora se carguen
de autoridad moral podrán dar, legitimados, un puñetazo encima de la Ley y la Constitución.
No va a ser, por supuesto, Felipe González y que lo sea, o no, Pedro Sánchez
depende, sobre todo, de él.