Los yihadistas del EI acaban de
proclamar el primer “valiato” (provincia) al unir las ciudades siria e iraquí
de Bukamal y Al Qain, al lado del río Éufrates. Es la primera administración
territorial desde que en junio pasado proclamaran el califato en los
territorios bajo su control. Coincide este acontecimiento con la toma de la
base aérea siria de Raqqa, donde los terroristas ejecutaron a 250 soldados
sirios, unos fusilados y, a los que mas habían resistido, cortándoles la cabeza
a cuchillo. Hace pocos días los yihadistas del EI también habían asesinado a
1.700 soldados chiíes iraquíes, que habían hecho prisioneros en su exitosa
ofensiva hacia el Sur. Pero, estas atrocidades no son, ni de lejos, las peores.
Hace unas semanas crucificaron a varios ciudadanos en el Kurdistán iraquí y también
se han dedicado a violar, asesinar y vender, para ser explotadas sexualmente, a
las mujeres cristianas y yazidíes secuestradas en el Norte de Iraq. En Siria
tampoco se han quedado cortos y sus crímenes y los del frente Al Nusra (una
rama de Al Qaeda en Siria) también están bien documentados y son de
conocimiento público: desde arrojar a prisioneros del ejército gubernamental
desde tejados, hasta degollar a familias enteras, comprendidas mujeres y niños,
que tuvieran un hijo en el ejército sirio, pasando por hacer que niños
decapiten a prisioneros y extraer el corazón a los soldados sirios, todavía
vivos, y comérselo.
Pero, ¿cómo se ha llegado a este
estado de cosas, a la total barbarie?, permítame contarlo: Todo empezó en la ya
lejana Guerra de Afganistán, en plena Guerra Fría. Decenas de miles de soldados
soviéticos habían entrado en ese país tras el asesinato del líder de la
revolución Nur Mohammad Taraki por orden del presidente traidor Hafizullah
Amín. Ese fue el pretexto para la invasión soviética, que perseguía instaurar
un Gobierno comunista y acercarse a la salida hacia el Océano Índico. En su día
condené aquella invasión y no voy a rectificar ahora, eso sí, durante el breve
Gobierno comunista en Afganistán las mujeres abandonaron el burka y se
incorporaron al trabajo y al estudio, algo que no habían hecho nunca, tampoco
ahora. Inmediatamente, los EE UU pusieron en marcha un plan que contemplaba el
adiestramiento, financiación y entrega de armas (algunas muy sofisticadas, como
los misiles antiaéreos portátiles “Stinger”) a los muyahidines. En aquella
operación también participó activamente Arabia Saudí, que puso el dinero y
algunos hombres para organizar los grupos islamistas (entre ellos un tal Osama
Bin Laden, que se haría tristemente famoso) y Pakistán, que sirvió de base
logística y de entrenamiento. Junto al adiestramiento militar se pensó que
sería eficaz procurar una motivación ideológica a los combatientes islámicos,
radicalizándolos. No hay mayor enemigo para el Profeta que un ateo comunista,
les dijeron. La operación tuvo éxito, es un decir, claro, y los soviéticos,
después de grandes pérdidas, tuvieron que abandonar el país. Ese mismo guión, o
parecido, se siguió en la Guerra de los Balcanes, en la de Libia y en la de
Siria, con los catastróficos resultados que a la vista están.
EEUU, además de cometer un gravísimo
error, del que empiezan ahora a darse cuenta (increíblemente el 11S no fue
suficiente para entenderlo), emprendió una política errática y contradictoria
que, por un lado, organizaba los “vuelos de la CIA”, para torturar y hacer
desaparecer a supuestos terroristas, y cárceles atroces, como la de Guántanamo,
y por otra colaboraba con Al Qaeda y entregaba a sus miembros todo tipo de
armas. Si de muestra basta un botón, solo hace falta denunciar que mientras USA
bombardea a los islamistas del EI en Iraq y ya mantiene conversaciones hasta
con Irán (que hasta anteayer era del “eje del mal”) para pararlos, los
yihadistas han utilizado un dron (avión no tripulado) norteamericano en su toma
de la base siria de Raqqa y mapas suministrados por la CIA.
En España deberíamos tomarnos el
asunto muy en serio, porque, en repetidas ocasiones, los fanáticos yihadistas
ya han dicho que piensan recuperar Al Andalus.