El Consejo de Estado, reunido al
efecto, ha decidido por unanimidad que el Parlamento catalán no está autorizado
por la Constitución para sacar adelante una Ley de Consultas, con la que se
quiere dar cobertura legal al referéndum independentista del 9 de noviembre, y
que, por tanto, el Gobierno debe recurrir al Tribunal Constitucional para que
este en primera instancia la suspenda y luego la anule. Solo en un país de
pandereta o en una república bananera la ciudadanía, las fuerzas políticas y el
propio Gobierno se callarían ante el espectáculo de que precisamente uno de los
miembros del Consejo de Estado, José Luis Rodríguez Zapatero, el mismo que dijo
que aprobaría todo lo que saliera del Parlamento de Cataluña, el mismo que
pactó con los nacionalistas e independentistas un estatuto de autonomía que fue
declarado fuera de la Ley por el Tribunal Constitucional, el mismo, en fin, que
ha contribuido en gran medida a que se haya llegado hasta aquí, vote ahora
precisamente lo contrario con total aplomo y desfachatez y sin que se le caiga
la cara de vergüenza.
Pero, no son las miserias de
nuestros políticos, a lo que, desgraciadamente, estamos acostumbrados lo que
mas debe preocuparnos, sino lo que puede ocurrir en el futuro inmediato. El
Gobierno, los partidos políticos y opinadores de todo tipo se han hartado de
decir que una vez el Tribunal Constitucional suspenda y anule la consulta
soberanista, el president Artur Mas acatará la Ley y convocará elecciones en
Cataluña, que pueden ser plebiscitarias, pero que no significarán ni la
ruptura ni la independencia. Sin embargo, nadie parece contemplar la segunda opción,
es decir, que el Gobierno catalán no acate la sentencia del Tribunal
Constitucional y, saltándose la Ley, abra los colegios electorales el día 9 de
noviembre. ¿Tiene el Gobierno preparado un plan de contingencia si se produjera
esa eventualidad? ¿está la Guardia Civil, la Policía y, porqué no decirlo, las
FF AA preparadas para evitar que los independentistas se salten la Ley a la
torera y se pasen la Constitución por la entrepierna? Me temo que no.
El proceso independentista catalán
es poliédrico y en su desarrollo ha estado mediatizado por muchos
condicionantes, pero, estaríamos ciegos si no calibráramos hasta qué punto ha
influido en él, sobre todo en los últimos tiempos, otros procesos que se han
dado en Europa, desde la desmembración de Yugoslavia, la ruptura de
Checoslovaquia o el auge de movimientos secesionistas en el Norte de Italia, en
Flandes o en Escocia. Lo peor, sin embargo, no es el efecto contagio, o de
moda, que otros contenciosos rupturistas han tenido, sino, llegados al punto
que estamos tratando, otros conflictos europeos como el de Kosovo y el mas
reciente de Ucrania. Todos hemos visto como en un país europeo de 45 millones
de habitantes se da un golpe de Estado desde la calle con la bendición de la UE
y la OTAN ¿porqué no podría suceder algo parecido en Cataluña? A mí las huestes
de Oriol Junqueras se me parecen mucho a los alborotadores del Maidán. Aunque
las vísceras nos harían decir otra cosa, yo no creo que una Cataluña independiente
estuviera mucho tiempo fuera de la UE y de la moneda única, al contrario,
ingresaría de inmediato, porque las presiones sobre el Gobierno de España de países
como Alemania, que tiene allí grandes intereses económicos, serían enormes.
Mientras estas cosas ocurren y
mientras partidos como el PSOE y conspicuos como el recién nombrado ministro de
Justicia (su apellido tiene guasa) manifiestan que quieren reformar la
Constitución, para dar satisfacción a los inaceptables deseos fiscales de los
nacionalistas y a la tan manida “singularidad”, hecho en falta que, cuando las
elecciones autonómicas están a la vuelta de la esquina, las federaciones de los
partidos de carácter estatal o los partidos regionales callen como muertos y no
defiendan a los ciudadanos, a los que van a pedir el voto dentro de pocos meses,
por los agravios comparativos. O es que Asturias, por ejemplo, no es tan “singular”
o tan “nacionalidad histórica”, o más, que Cataluña.