La crisis económica que asoló al
mundo cuando estalló la burbuja financiero-inmobiliaria no la padeció China en
la misma medida. Gracias a sus precios baratos y a que muchos Gobiernos han
sido muy tolerantes con las prácticas comerciales del gigante amarillo, China
pudo capear el temporal mejor que nadie.
A salir airosos también ayudó que China, al contrario que los EE UU,
Europa y Japón, no estaba endeudada hasta las cejas y no tenía que pagar
astronómicos intereses para poder financiarse.
Pero, como la crisis económica mundial es tan profunda y sus causas primigenias,
la ausencia de planificación y, por ende, la sobreproducción, son muy anteriores
y mucho mas graves que el crac de las hipotecas “Sub Prime”, el mundo no se ha
podido recuperar e, inevitablemente, la economía china, metida de lleno en la
globalización y cuya punta de lanza es la exportación, finalmente ha sido afectada.
Hasta tal punto es así que en la última Asamblea Nacional Popular se
establecieron unas nuevas directrices para el próximo Plan Quinquenal,
cambiando una buena parte del proceso productivo introduciendo nuevas
tecnologías y, sobre todo, potenciando el mercado interno en detrimento de la
exportación, solo así pensaban los dirigentes chinos que sería posible mantener
las cifras de crecimiento en un nivel aceptable. Pero, nadie se podía imaginar
cuando se tomaban esas medidas que el comercio mundial iba a cambiar
radicalmente y que eso sería un torpedo bajo la línea de flotación de la
economía china, porque, ni de lejos, la nueva demanda interna que se puede
generar va a ser suficiente, en tiempo y forma, para compensar la caída en
picado de las exportaciones. Como en la mecánica cuántica, el principio de
incertidumbre también opera en la economía. Es imposible saber todo lo que va a
ocurrir, cuando y donde, porque hay acontecimientos que afectan fuertemente a
los mercados muy difíciles de prever y de determinar en todos sus parámetros.
Cuando los dos mil delegados llegados de todas las provincias chinas aprobaron
las directrices del Plan Quinquenal nadie sabía que iba a haber un Brexit o que
Donald Trump iba a llegar a la Casa Blanca y a poner el comercio mundial patas
arriba.
Hasta no hace mucho tiempo, China
era un país pobre y muy atrasado. Deng Xiaoping, que sobrevivió a la represión
y las purgas de la Revolución Cultural, emergió después de la muerte de Mao
Zedong y la caída en desgracia, por querer dar un golpe de Estado, de la Banda de los Cuatro que lideraba la viuda
del Gran Timonel. Para Xiaoping la ideología no era lo sustancial en lo
económico, que es lo mismo que en lo político ¿Qué importa el color del
gato si caza ratones? solía decir. China se convirtió en la fábrica del mundo,
con la planificación económica y la industria primaria en manos del Estado y
con una mano de obra y unas materias primas baratas para abastecer al sector
privado y alimentar un capitalismo mas salvaje que ninguno de los existentes en
los países capitalistas. China logró convertirse en la segunda potencia
económica mundial y prosperó en muchos aspectos pero a costa de convertirse en
la nación mas contaminada del mundo y, lo peor, de tener una economía muy
frágil que depende en gran medida de factores externos que los dirigentes
chinos no pueden controlar.
Los decretos que ya ha firmado
Trump, como el de la retirada de su país del Acuerdo Transpacífico de Asociación
Económica, son una puñalada a la economía China (aunque la RPCh no es miembro) porque son el aperitivo del nuevo proteccionismo y el principio del fin de la globalización ¿Qué sería lo peor que podría pasar? pues que
alguien poderoso, como China, ante lo que se le viene encima, perdiera los
nervios y no supiera reaccionar cabalmente.
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