Los rusos están montado
aceleradamente nuevos dispositivos de rayos infrarrojos sobre las proas de sus
aviones de combate, en concreto han empezado por los Sukhoi SU-35, la punta de
lanza, junto con los MIG-31, de los escuadrones de caza de las Fuerzas
Aeroespaciales de Rusia. Como es algo que no se puede esconder, porque son
bastante voluminosos y visibles, el propio Gobierno ruso, y algunos medios de
información que dependen de él, nos han contado una película sobre lo que son y
para qué sirven. Se trataría, dicen, a la vista de la experiencia adquirida en
las operaciones en Siria, de unos dispositivos fabricados por la empresa rusa
Sistemas de Construcción de Equipos de Precisión (SPP) destinados a dar mayor
eficacia a las operaciones de bombardeo, en concreto se pretende disponer de
un sistema de guiado que asegure que los proyectiles dan en el blanco, cámara
de video para distinguir blancos a larga distancia, y cámara infrarroja para
medir la distancia al blanco y marcarlo. Pero, cuando todos sabemos que estos
aviones no son los que habitualmente hacen misiones de bombardeo, sino los
SU-24, SU-25, SU-30, SU-33 (ala embarcada en el portaaviones “Almirante Kuznetsov”)
y SU-34 y que los cazabombarderos rusos ya disponen de sofisticados y precisos sistemas
de dirección por rayos láser y satelitales, las informaciones que se han dado
no resultan creíbles.
Todo parece indicar que, en
realidad, los nuevos detectores de infrarrojos tienen como objetivo la
detección a larga distancia de aviones furtivos. Si bien las cazas rusos tienen
unas características extraordinarias que suelen superar a los occidentales,
Rusia va retrasada en la incorporación a su fuerza aérea de aviones furtivos.
EE UU cuenta desde hace bastantes años con bombarderos tácticos, como el F-117
o estratégicos, como el B-2, pero también con cazabombarderos muy sofisticados,
como el F-22, y dentro de poco con cientos de F-35, al igual que algunos de sus
aliados de la OTAN. Todos estos aparatos tienen características furtivas, es
decir, sobre el papel, muy difíciles de detectar por los radares, son aviones
de quinta generación.
Rusia no contará con aviones de
quinta generación operativos hasta dentro de unos años. El Sukhoi PAK FA T-50,
que ya está siendo evaluado por los pilotos rusos, será la nueva estrella de su
aviación de combate y todo hace prever que superará ampliamente a sus homólogos
occidentales, porque, sabiamente, no se han querido supeditar sus
capacidades a una discutible indetectabilidad, pero, tanto ese avión como los
que durante algún tiempo tendrán la responsabilidad de salvaguardar la soberanía
de los cielos de Rusia (SU-35 y MIG-31) necesitarán de un dispositivo potente de
barrido y detección no radárico que pueda alertar de la presencia de aviones de
quinta generación a largas distancias.
Los detectores de infrarrojos son
ampliamente utilizados en la tecnología militar, pero hasta ahora se utilizaban
sobre todo para detectar focos de calor y dirigir a ellos ametralladoras, cañones, bombas o misiles. Sin embargo, todos los cuerpos emiten rayos infrarrojos en
varias frecuencias de honda a partir de la zona roja del espectro. Emiten esos rayos desde poco mas que la temperatura del cero absoluto. El problema es que no había detectores de barrido lo suficientemente
potentes y fiables para que fueran un complemento a la detección de los
radares, bien los instalados en los aviones de combate o en las baterías de la
defensa antiaérea. Yo diría que Rusia ha solucionado ese problema.
FOTO: Escuadrón de cazas Sukhoi SU-35. Se aprecian muy bien el gran radomo que alberga el radar trasero y las toberas vectoriales.
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