Una revolución está llamando a la
puerta, una revolución industrial que, como otras que acontecieron en el
pasado, cambiará el mundo, es la Revolución Verde. Dentro de muy poco tiempo
cosas que ahora nos parecen normales y que pensamos que todavía van a convivir
con nosotros durante decenios habrán desaparecido por completo y solo se podrán
ver en museos, en colecciones de objetos y máquinas obsoletas o en los libros de
Historia, sean estos en papel o digitales. Como sucedió con el cambio de las
máquinas fotográficas que usaban película a las digitales, la velocidad del cambio verde será
brutal y las empresas que no sepan adaptarse rápidamente a este nuevo entorno,
como les pasó a los dinosaurios, desaparecerán.
La preocupación política y social
por el entorno es relativamente reciente y ha ido en aumento al mismo tiempo
que crecía la población, el desarrollo industrial, la explotación de la
Naturaleza y, por ende, los problemas medioambientales. El desarrollo
industrial ha estado íntimamente ligado a los combustibles fósiles, primero al
carbón y luego al petróleo, pero su utilización masiva ha demostrado que no se
puede seguir creciendo sobre esa base. Hace 50 años en China la contaminación
no era un problema, porque el Gigante Amarillo era un país anclado en la Edad Media
cuya capacidad industrial era muy modesta, pero hoy tanto China como economías
emergentes muy potentes, como India y Brasil, por ejemplo, padecen gravísimos
problemas medioambientales que no solo suponen un peligro muy serio para la
salud de sus habitantes, son un inconveniente insalvable para el desarrollo. Ya
no son los grupos ecologistas, esos héroes que clamaban en el desierto sin que
nadie les hiciera ni puñetero caso, los que lideran la Revolución Verde, empiezan
a hacerlo las empresas y los Gobiernos, afortunadamente. Sirva como ejemplo que
China, uno de los países del mundo con más reservas de carbón y más necesidades
energéticas, ha decidido para su próximo Plan Quinquenal cerrar todas las minas
y todas las centrales electrotérmicas que funcionan con hulla o lignito, que
serán sustituidas por nuevas centrales que funcionarán con gas ruso. La utilización
de los combustibles fósiles en el mundo industrializado sobrevivirá todavía
durante un tiempo, pero solo el gas natural tiene futuro por ser el menos contaminante,
por este orden, el carbón y el petróleo tienen sus días contados. Mucho antes
de lo que usted se imagina, a todos nos dará risa ver un automóvil que echa
humo por un tubo de escape y muchas de esas chimeneas que ahora vemos emitiendo
a la atmósfera ingentes cantidades de CO2 y otros gases de efecto invernadero
habrán desaparecido por completo. La Revolución Verde no debe ser vista como un
desastre inevitable, sino como una bendición para la Humanidad y para el
planeta Tierra y como una gran oportunidad de negocio para los primeros en
subirse a ese carro. La creación de nuevas máquinas y nuevas infraestructuras industriales
y la aparición de nuevas necesidades generará un efecto multiplicador en la
economía y unas sinergias impresionantes y creará millones de puestos de
trabajo. Ya no hablamos de una esperanza ni de un deseo, la Revolución Verde ya
empieza a ser una realidad.
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