Cuando algunos decimos que el
proceso soberanista catalán tiene, en muchos aspectos, rasgos similares al
nazismo no exageramos nada. Pues, sostener que la “raza” catalana es superior a
la española, como hizo en su día Oriol Junqueras, adoctrinar a niños de cuatro
años en las escuelas en el odio a España, multar a un comerciante por rotular
su negocio en Castellano, el idioma oficial del Estado, cambiar la Historia
para adaptarla a sus deseos, o ciscarse en la Ley cuando interese a sus aviesos
fines, por ejemplo, es muy parecido a lo que hacían las fascistas alemanes.
Pero, si en algo sobresalieron los nazis fue en la utilización de la mentira
como instrumento político, es famosa la frase de Joseph Goebbels, el ministro
de propaganda de Hitler, que “una mentira mil veces dicha se convierte en
verdad” y eso es exactamente lo que hacen los independentistas catalanes todo
el tiempo. Es muy difícil dialogar o negociar con quien hace de las patrañas
argumentos y, en su fanatismo, se las cree y podríamos hacer una lista enorme
de las mentiras que llevan repitiendo los independentistas desde hace años.
Pero, si de muestra basta un botón, voy a decir algunas: Son muchos los
independentistas que argumentan que el proceso soberanista tiene su origen en
la decisión del Tribunal Constitucional español de anular el Estatut que se
había aprobado tanto en el Parlament catalán como en el Congreso de los
Diputados y que eso significó un ataque político contra ellos que desencadenó
los acontecimientos, pero, la verdad es que los independentistas llevaban ya años,
pasito a pasito, preparando el golpe contra el Estado, desde mucho tiempo antes
de la decisión del Tribunal Constitucional. Este Tribunal no está formado por
unos cuantos jueces que se reunieron con la intención perversa de hacer la puñeta
a Cataluña, su cometido es salvaguardar y defender la Constitución y el problema
era que el Estatut comprendía varios artículos anticonstitucionales, porque
otorgaba a Cataluña una serie de privilegios, incluidos los fiscales, con
respecto a otras comunidades autónomas. Hablar sobre esto no interesa a los
independentistas, porque tienen muy difícil convencer a un asturiano, por
ejemplo, que Cataluña, por sus peculiaridades históricas, tiene derecho a esos
privilegios y Asturias no. Los independentistas también han mentido a todos los
catalanes diciéndoles que en una república catalana soberana e independiente
iban a vivir mucho mejor, que Cataluña seguiría en la UE y en la Zona Euro, que
tendrían doble nacionalidad catalana y española, que el Barça jugaría en la Liga
Española de Fútbol, que no necesitarían pasaporte ni visado para moverse por Europa,
etc. No solo reivindicaban el derecho a decidir, también exigían decidir por
los demás. Es precisamente este derecho, que esgrimen continuamente, lo primero
que niegan a los pueblos y las naciones. No solo no quieren que los españoles
decidan nada sobre el futuro de una tierra, Cataluña, que consideran parte
entrañable e indivisible de su patria, en julio de 2.014 el partido de Puigdemont, entonces CIU, rechazó, junto al
PP, en el Parlamento catalán una moción que pedía reconocer el derecho de
autodeterminación de Palestina, el Sáhara Occidental y el Kurdistán. Eso es lo
que los españoles llamamos la “ley del embudo” ancho para mí y angosto para ti.
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