domingo, 19 de noviembre de 2017

COSPEDAL Y EL ESPÍA RUSO PUIGDEMONT

La broma que le gastaron dos humoristas rusos, Alexéi Stoliarov y Vladímir Kuzdnetsov, a la ministra de Defensa de España, María Dolores de Cospedal, no solo ha aparecido en todos los medios de comunicación mundiales, ha sido objeto de mofa y cachondeo en las reses sociales, donde, como no podía ser menos, se hizo enseguida viral. No es la primera vez que periodistas o humoristas son capaces de saltarse todos los filtros y tener una conversación telefónica con ministros y hasta con primeros ministros y presidentes para grabarla y dejarlos en ridículo, eso ya ha pasado en España y también en otros países, pero lo que hemos escuchado en la celada que le tendieron a Cospedal, además de jocoso, da miedo, porque es la prueba palpable de en qué manos estamos.
Ya fui muy crítico con el nombramiento de María Dolores de Cospedal como ministra de Defensa, pero no porque fuera del PP y tampoco, faltaría más, porque fuera mujer, sino porque sabía muy bien que no estaba preparada para el puesto y porque tampoco me gustaba que acumulara cargos y salarios, pues también es secretaria de Organización del PP y fue candidata a la presidencia de Castilla-La Mancha, entre otras actividades. La misma opinión manifesté en su día por los ministros socialistas Narcís Serra y Carme Chacón. Todavía se recuerda a Chacón, leyendo en un papel lo de “capitán, mande firmes”, aunque había gente que estaba muy orgullosa de, conocimientos y valía aparte, tener una ministra de Defensa que pasaba revista a las tropas luciendo embarazo. Si en la empresa se requiere una cualificación y preparación adecuada para cualquier puesto de trabajo, no se entiende que eso no tenga que ser así para hacerse cargo de un ministerio, que la misma persona pueda ser ministro de una cosa y después de cierto tiempo de otra que no tiene nada que ver con la anterior y que pueda ser ministro de Defensa alguien que no sabe lo que es un fusil. En los países donde la Defensa se toma muy en serio ese cargo de ministro solo se da a un experto, si es civil, o a un general. Yo creo que nadie, en su sano juicio, se atreverá a discutir en España que el mejor ministro de Defensa que hemos tenido fue el teniente general Gutiérrez Mellado, no lo discutirán ni los que tienen todavía en la retina las imágenes de cómo se enfrentó a los golpistas el 23F en el Congreso de los Diputados ni los que conocemos bien la importancia que tuvieron algunos programas propuestos por él y aprobados por el Gobierno que presidía Adolfo Suárez para la modernización y optimización de nuestras FF AA. Pero, no debemos olvidar que en España sigue habiendo gente en la izquierda que piensa que los militares son unos fachas franquistas y en la derecha, acomplejados, que ni se les ocurriría poner a un general al frente del Ministerio de Defensa o de la Dirección General de la Guardia Civil. Sin embargo, Unidos Podemos llevó en sus listas al antiguo JEMAD, teniente general José julio Rodríguez, al que algunos de sus excompañeros llamaron “traidor” y hasta otro teniente general, en la reserva, Emilio Recuenco Caraballo, le invitó a “ponerse la bocacha de un CETME en la boca si le queda algo de dignidad”. Hay gente en todas partes que no ha entendido nada.

Uno de los humoristas rusos se hizo pasar por el ministro de Defensa de Letonia y aseguró a Cospedal que la mitad de los turistas rusos que llegaban a Cataluña eran en realidad espías y que el propio Puigdemont era un espía del Kremlin. La ministra de Defensa no solo tragó el anzuelo, hay sospechas más que fundadas que también se lo hizo tragar al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. La falta de profesionalidad tiene la consecuencia de que Cospedal no controla y usa adecuadamente los servicios de información de la Guardia Civil (se comparten con Interior) que están bajo tu responsabilidad y tampoco el Centro Nacional de Inteligencia (CNI), que en 2.011 pasó a depender del Ministerio de la Presidencia, eso, entre otras cosas, te juega malas pasadas, te deja en evidencia y te hace protagonista del más espantoso de los ridículos.

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