La maquinaria independentista que, a pesar de tener a una buena parte de sus líderes en la cárcel o huidos al
extranjero, sigue casi intacta, ha convocado otra huelga general de carácter
político en Cataluña para el día 8 de este mes de noviembre. Y digo otra porque
lo mismo hicieron los secesionistas el 3 de octubre pasado. La huelga general
del tres de octubre, aunque no tuvo un seguimiento masivo, causó un grave deterioro
social y económico a Cataluña y un gran perjuicio al prestigio de España. En
las redes sociales y en los informativos internacionales digitales se hicieron
virales las imágenes y las palabras de aquel ruso que, apartando los neumáticos ardiendo de la carretera para poder pasar con su coche, dijo a los huelguistas:
“no tenéis ni puta idea, pronto tendréis armas aquí, ya lo veréis”.
Cometería un grave error el
Gobierno de España si en esta ocasión no se emplea a fondo en desactivar o
minimizar esta nueva convocatoria de huelga, porque no estamos hablando
solamente de una movilización más organizada por los independentistas, estamos
hablando de un nuevo paso, muy peligroso, en la escalada, perfectamente
planificada, de los que piensan emplear la coacción, el amedrentamiento y las
amenazas hasta las últimas consecuencias. Esa gente tan “democrática” y tan “pacífica”
no se va a parar ante nada hasta que el peso de la Ley, como a sus dirigentes,
caiga sobre ella. En este sentido, el Gobierno de España debe dejar muy claro
que las huelgas políticas son ilegales y que los despidos por no acudir al
trabajo por razones políticas son despidos procedentes.
Después de las desafortunadas
imágenes que la traición de Los Mossos el 1-O a la Policía Nacional y la
Guardia Civil provocaron, dejando a las Fuerzas del Orden del Estado a los pies
de los caballos, y de la explotación mediática que los independentistas
hicieron de ellas, el Gobierno de España decidió retirarlas de las calles
catalanas, pero, yo tengo serias dudas de que, a pesar de haber sido sustituido
su jefe, Trapero, por su número dos, Los Mossos de Escuadra vayan a recibir las
órdenes y tenga la voluntad de garantizar la democracia y las libertades a los
ciudadanos catalanes el 8 de noviembre, en sus puestos de trabajo y en las
calles.
El papel de las formaciones
políticas situadas a la izquierda del PSOE y de los sindicatos de clase en todo
este proceso está siendo patético, jugando a la ambigüedad y ejerciendo muchas
veces de tontos útiles de los independentistas. Cuando uno no tiene
perfectamente claros sus principios, sus ideas y sus prioridades pasan estas
cosas. Así vimos como CC OO y UGT primero apoyaron la pasada huelga política del
3 de octubre y cinco minutos antes se desmarcaron de ella. ¿Va a apoyar Unidos
Podemos la huelga política del 8 de noviembre? Cuando pierdes completamente el
Norte los intereses de los trabajadores, tus votantes, se soslayan y te da exactamente
igual que la economía catalana caiga en picado, que las empresas huyan o estén
en graves dificultades o que los proletarios puedan ir a la puñetera calle y al
paro. Alguien tiene que poner orden y
dejar las cosas muy claras en la izquierda antes de que el suicidio colectivo
sea un hecho irreversible. España es, con todos sus defectos y problemas, en
Estado Democrático de Derecho, no es la España de la dictadura franquista, y
ahora las huelgas políticas, desde la óptica de la izquierda, no tienen ningún
sentido, otra cosa es desde la estrategia del independentismo. Trabajar,
objetivamente, en contra de los intereses de los trabajadores aliándose con los
golpistas, muchos de ellos de la más rancia derecha nacionalista, sería una
traición asquerosa. ¿Se va a engañar a los ciudadanos, especialmente a los
trabajadores, como está haciendo el sindicato independentista Intersindical-CSC,
mintiendo sobre las razones de la huelga para eludir a la Justicia y para
justificar lo injustificable?
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