En unas elecciones normales la
mayoría de la gente vota por ideología, porque son muy pocos los que leen
los programas de los partidos políticos, uno porque la gente no es muy
aficionada a leer ese tipo de cosas y otro porque piensan que, además, no los
van a cumplir. Pero hay otros factores que, aunque nos puedan dar risa,
influyen poderosamente en la intención de voto, desde la indumentaria y aspecto
de los candidatos hasta la forma como hablan y se expresan. Los estadounidenses
nos llevan mucha ventaja en el marketing electoral y si alguien quiere hacer un
curso intensivo sobre este asunto yo le invitaría a que viera el debate que mantuvieron
Nixon y Kennedy, un manual imprescindible para todo buen asesor electoral. No
ganas unas elecciones con traje gris y con ojeras por haber dormido poco. De locos,
pero tan cierto como que eso influyó lo suyo en el triunfo de JFK. Kennedy
remató la jugada diciendo continuamente a Nixon que mentía para al final
preguntar a los norteamericanos si comprarían un coche de segunda mano al
candidato republicano. De libro. Aquí, en España, muchos políticos no se han
enterado aún de que el hábito hace al menos medio monje y, como tampoco han
hecho la “mili”, no tienen ni idea de que los pantalones de los soldados tienen
bolsillos por todas partes menos en los costados, para que no puedan meter en
ellos las manos. Sin embargo, algunas cosas si han aprendido, como que el traje
negro con camisa blanca y corbata rojo-grana está demostrado que es el que más
votos da en las elecciones, como bien sabían los asesores de la campaña
electoral de Obama ¡Que bobadas dice hoy tres jotas! Pues, no, se lo aseguro.
Pero, las elecciones del 21D en
Cataluña van a ser muy diferentes a todo lo que hemos visto hasta ahora, la
gente no va a ir votar ni por ideología, ni por programas, ni porque el
candidato tal o cual tenga mejor presencia, mas sonrisa Profidén o hable o no
bien. En la paranoia en la que están inmersos los catalanes tampoco los
problemas cotidianos, como el paro, la corrupción, el precio de la luz, los
salarios miserables, la conciliación laboral y familiar y todo lo que debería
preocupar a la gente cabal va a tener importancia. Esta campaña electoral no se
va a desarrollar en un país y una sociedad normales, Cataluña ha dejado de
serlo, se va a dilucidar en un mundo donde las emociones y hasta las vísceras
han sustituido a todo lo demás. Así, que no pierdan el tiempo los asesores
electorales asesorando con los manuales que utilizaban habitualmente, muchas
veces bastante mal, por cierto. Todos sabemos ya qué van a llevar los
independentistas de izquierda, de derecha y mediopensionistas en su decálogo de
solo dos cosas, la independencia y la libertad de “los presos políticos” y
también sabemos lo que van a llevar en su programa, porque esos si van a llevar
programa, Los Comunes de Pablo Iglesias, Doménech y Colau, todas esas cosas que
he apuntado y que ahora en Cataluña importan un pimiento. Lo que todavía no
sabemos en qué piensan llevar en las alforjas y esgrimir los llamados partidos
constitucionalistas, es decir, PSC-PSOE, PP y Ciudadanos, y les quedan pocos
días para aclararse.
Al que va a ir a votar movido
solamente por las emociones ningún argumento sensato, ningún discurso bien
estructurado basado en el análisis de la realidad, ningún programa político le
va a hacer cambiar de opinión, solamente otra emoción mas fuerte le puede
obligar a reflexionar y una emoción muy fuerte es el miedo ¿Se acuerda usted
del doberman? Pero, es que ahora el miedo en Cataluña tiene justificación. El
que quiera llevarse el gato al agua el 21D tiene que hablar solamente de lo que
no quieren hablar los independentistas: si se independizan se quedan fuera de
la UE, fuera de la zona euro, tendrán que hacer una moneda nueva, tendrán un
corralito, no sabemos quién pagará las pensiones, Cataluña irá a la bancarrota
porque no podrá pagar su deuda y no tendrá la cobertura del BCE, las empresas
saldrán en masa, miles de personas irán a incrementar el paro, el Barça no
jugará en la Liga Española, etc, verdades como puños, y conmigo nada de esto
pasará. No les prometo que van a mejorar ni el paraíso, pero, puedo prometer y
prometo que no van a empeorar.
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