Ni el más avezado futurólogo ni
la más eficaz de las pitonisas son capaces de adivinar lo que puede pasar en
Cataluña en las próximas semanas y en los próximos meses. Aquello se ha
convertido en un culebrón que ha ido evolucionando desde "Los ricos también
lloran" hasta "La huida del frijolito". Pero, parece que todos se van a presentar
a las elecciones del 21 de diciembre y de ellas nadie quiere salir como si
fuera "Betty, la fea".
Todos los esfuerzos de los
partidos independentistas se centran en ganar las elecciones del 21D, porque no
solo van a ser las más importantes que se han celebrado en Cataluña desde la
Transición, si las perdieran supondría para ellos un auténtico desastre, una
hecatombe que acabaría definitivamente con el proyecto secesionista. Y en estas
elecciones las urnas serán de verdad, tendrán todas las garantías y también
votarán los no independentistas, no como en la pantomima del 1-O.
En las pasadas elecciones
autonómicas de Cataluña los partidos no independentistas obtuvieron más votos
que los independentistas, pero, como sucede en otras elecciones, incluidas las
generales, los votos populares no se corresponden con el número de escaños que
se obtienen. Sirva como ejemplo que en las últimas elecciones generales Podemos
perdió mas de un millón de votos, pero, gracias a acudir en coalición con IU
conservó los 72 escaños que había obtenido en las anteriores. Algo similar sucedió
en las anteriores elecciones autonómicas catalanas y al ir juntos los del PDcat
y ERC, en la coalición Junts per Sí, consiguieron más diputados autonómicos que
los partidos unionistas.
Entre las peripecias del culebrón
catalán destaca la maniobra que algunos están realizando, aprisa y corriendo,
para ver cuáles son sus compañeros de cama. La unión hace la fuerza y si no
tuvieron empacho para unirse a los anarquistas de la CUP, los de cuanto peor
mejor, para sus aventuras, tampoco les van a hacer ascos ahora, para unas
elecciones que quieren convertir en plebiscitarias. No se trata de encontrar pareja,
ni siquiera de montar un trío, se trata de organizar una orgía. A ese bacanal
se han apuntado los “anticapitalistas” de En Comú Podem, que son una ínfima
minoría en la organización de Pablo Iglesias y Ada Colau (una proporción
similar a los dos votos en blanco de los doce que metieron en la urna en otro
día en el Parlament). La dirección de Unidos Podemos se está empezando a dar
cuenta ahora de que la equidistancia y la falta de concreción no proporcionan beneficios,
al contrario, pasan factura, y que no hay cosa más lela que un comunista aficionado haciendo de tonto útil, en este caso de los golpistas catalanes. Eso
no le pasa a Francisco Frutos, por ejemplo. Iglesias ha tenido que tomar cartas
en el asunto, pero todavía no sabemos si para poner orden en la cama redonda y echar de ella a sus compañeros a gorrazos o para llevar preservativos y
penicilina. Nadie se imagina a Ciudadanos, PSOE y PP acudiendo unidos en una
candidatura a las elecciones del 21D y nadie sabe el coste electoral que tendrá
el follón interno y la falta de claridad de En Comú Podem. Esa es la debilidad
de los no independentistas y la fortaleza de los independentistas, los que
están centrados en la maniobra.
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