domingo, 8 de octubre de 2017

LA PARADOJA DE LA JUSTIFICACIÓN

Muchos son los que piensan que para actuar no solo basta tener razón o razones, se necesita una justificación, es decir, un argumento convincente de que se actúa como reacción a una injusticia, a un acoso, a una agresión, etc. La justificación sirve para convencernos a nosotros mismos de que nos asiste la razón y sirve también para convencer a los demás de que nuestra reacción está, valga la redundancia, justificada. Pero, a veces fiar a la justificación las actuaciones puede producir la paradoja de que ya no sea posible la actuación reactiva e incluso que se pierda la razón que se tenía. En política también la paradoja de la justificación está íntimamente ligada a la proactividad y la reactividad. A veces los dirigentes políticos, los mandatarios y los estadistas no actúan y no son proactivos porque esperan a tener justificación, aunque ya les asista la razón, pero, las acciones contrarias que permiten reaccionar con justificación son a veces tan devastadoras que la respuesta luego es ineficaz o incluso  imposible. No debemos confundir el ataque preventivo, cuando este se realiza como coartada a una amenaza no del todo real, a la acción proactiva bien sustanciada. La importancia de las comunicaciones globales, de las redes sociales y de un universo mediático muy potente ha acentuado la idea de que no se puede actuar sin justificación, que hay que esperar a que alguien nos agreda, cuando sabemos que se está preparando para ello y que lo va a hacer, antes de reaccionar. Un gravísimo error.

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