Estaba viendo una película en la
televisión sentado en el sofá del salón, junto a mi esposa, y de repente se
interrumpió la programación y apareció el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy,
en la pantalla. De alguna manera, esta situación me transportó en el tiempo
muchos años atrás, al 23 de febrero de 1.981. Entonces yo era muy joven, estaba
casado desde no hacía mucho tiempo y acabada de tener un hijo que tenía pocos
días, bueno, para ser justos, la que lo había parido era mi mujer, que ese día
infame se encontraba en casa de mis padres mientras el teniente coronel Tejero,
pistola en mano, y un grupo de guardias civiles asaltaban el Congreso de los
Diputados. Eran sobre las siete de la tarde y yo, que entonces vendía coches en
la calle, porque también azotaba el paro y mis estudios no me habían servido
para encontrar mejor empleo, intentaba convencer a un farmacéutico de las bondades
de un automóvil de una conocida marca francesa mientras, sin hacerme mucho
caso, el hombre estaba mas pendiente de escuchar un transistor que tenía entre
los frascos de la estantería que estaba detrás del mostrador de su farmacia.
César, que así se llamaba el farmacéutico, interrumpió mi verborrea con una señal
de pare que hizo con su mano ¡escucha lo que dice la radio, hay tiros en el
Congreso! me espetó. Ni yo vendí el coche y no sé si César vendió mas medicinas
aquel día. Me fui a casa de mis padres con mi esposa recién parida y con mi
hijo de pocos días esperando acontecimientos. No se despejó la zozobra hasta
altas horas de la noche, cuando el rey Juan Carlos, así, de sopetón, como ahora
Rajoy, apareció en la pantalla de aquel televisor Thomson. Por aquel entonces
yo no tenía ni idea de la verdad del golpe de Estado del 23F ni cuáles fueron
sus verdaderos actores y protagonistas, como hoy sigue pasando a la mayoría de
españoles, por eso cuando el Rey dijo lo que dijo me tranquilicé y todos
respiramos tranquilos. Al menos no volvería la dictadura y mi hijo podría crecer
en un país libre y democrático. Pero, Rajoy no me ha tranquilizado en su
comparecencia por sorpresa, como creo que no habrá tranquilizado a nadie en
este sufrido país. No ha dicho que medidas piensa tomar para defender la
Constitución y la Ley aparte de jalear a los jueces y enviar a los Cuerpos de
Seguridad del Estado contra un muro. Mientras la unidad de España pende de un
hilo y ya hay, de facto, un estado de excepción en Cataluña, con las calles
tomadas y los partidos de fútbol sin gente, los protagonistas de este nuevo
golpe contra las instituciones, la convivencia y la democracia, campan a sus
anchas y solo falta que declaren la independencia cuando les plazca. D. Mariano
ha dicho que mañana comparecerá en el Congreso de los Diputados, pero no tengo
ninguna esperanza de que anuncie en ese foro, donde en su techo todavía están
los agujeros hechos por los subfusiles golpistas, lo que debía haber anunciado
hace mucho tiempo y lo que nos tenía que haber dicho hoy a los españoles.
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