No es la emoción ni el
sentimiento, esas cosas que gobierna el corazón, dejando al margen al cerebro,
lo que se empieza a enseñorear en Cataluña, sino el vértigo y el miedo. El
cerebro y el corazón hace tiempo que dejaron en Cataluña paso a las vísceras y
esas son las que, de momento, reinan allí, pero su imperio ya agoniza. Lo que
hemos visto estos días en esa comunidad autónoma española era impensable hace
pocos meses, los ciudadanos se han subido al carro de los impresentables
dirigentes políticos que gobiernan en la Generalitat, se han creído todas sus
mentiras y sus mantras y, con ellos, se han lanzado a una loca aventura. Pero,
hete aquí que, como siempre, la realidad se impone, porque las mentiras tienen
las patitas muy cortas. Los catalanes están empezando ya a descubrir que ese
paraíso que les habían pintado, ese mundo de Alicia, era una patraña, y que ni España
les robaba ni nadie les oprimía. Puigdemont, Junqueras y compañía les habían
dicho que iban a vivir mejor, que seguirían en la UE y en la Zona Euro, que el
Barça seguiría jugando la Liga Española, que tendría doble nacionalidad, etc,
algo parecido les contaron en su día a los ciudadanos de las repúblicas
yugoslavas que ahora han tenido que emigrar para poder comer y ven como sus mierdecillas de países son los
mas corruptos de Europa. “La pela es la pela”, una frase muy catalana que ahora
obliga a darse un baño de realidad y a dejarse de tonterías. Ha comenzado el
éxodo de las empresas afincadas en Cataluña hacia otras regiones de España,
empezando por los propios bancos catalanes, Caixa y Sabadell, que no podrían
hacer frente a una retirada masiva de fondos. Las empresas se van, el turismo
cae en picado y la gente empieza a darse cuenta que otra vez los del 3%, los
herederos políticos de Pujol y la “madre superiora”, los han engañado. Ser
independiente pero arruinado o en el paro no mola. La paranoia decae y empieza
el vértigo ¿Nos habremos equivocado? se empiezan a preguntar muchos catalanes.
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