miércoles, 30 de noviembre de 2011

LA CUMBRE DE DURBAN

Ha comenzado la cumbre sobre el clima en la ciudad costera sudafricana de Durban y ya todo el mundo sabe que no va a servir para nada. La crisis económica lo ha tapado todo, hasta el punto de que nos estamos preocupando por no resfriarnos la garganta mientras caminamos hacia el cadalso donde nos espera el verdugo con un hacha bien afilada.
Cuando teníamos el estómago lleno y el trabajo asegurado podíamos dedicarnos a filosofar sobre el cambio climático, la contaminación, el expolio de los mares, en fin, sobre el futuro de la Tierra que, no por casualidad, también es el nuestro, pero ahora parece que hay otros asuntos que priorizan la atención. Sin embargo, estará usted de acuerdo conmigo en que es menos grave perder el trabajo y los derechos sociales que el planeta, lo primero ya lo están consiguiendo los políticos y están muy cerca de lograr también lo segundo. Eso sí, por lo menos vendrán con nosotros de la mano al infierno.
No vamos a perder el tiempo argumentando sobre la escala de consecuencias del calentamiento de la Tierra por culpa de las ingentes emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero, damos por perdidos y desahuciados a los que todavía albergan alguna duda, solo insistir en que este proceso, que está afectando a la Bioesfera a una velocidad inusitada, es la mayor amenaza que se cierne sobre la vida, en general, y sobre el género humano, en particular.
La comunidad científica hace ya mucho tiempo que dio la voz de alarma y los políticos saben de la gravedad del problema, pero piensan, erróneamente, que van a poder gestionar las consecuencias del proceso y que este va a ser lo suficientemente lento para que cuando estalle la olla a presión ellos ya estarán dando geranios. Sin embargo, la velocidad a la que se está produciendo el deshielo en el Ártico y en los grandes glaciares de Groenlandia y el Himalaya es tal que solo un optimista poco informado puede pensar que no va a tener consecuencias contemporáneas, de hecho, ya las está teniendo.
El accidente en la central nuclear de Fukushima, en Japón, provocado por un Tsunami, ha tenido la fatal secuela de que se han paralizado casi todos los proyectos que estaban en marcha para la construcción de centrales atomoeléctricas de tercera generación, muy seguras, potentes y que no emiten gases de efecto invernadero. Pero tampoco se está dando prioridad a la energía fotovoltaica, geotérmica, mareomotriz, eólica instalada en el mar, etc. Al contrario, se siguen instalando centrales termoeléctricas que funcionan con gas, fuel o carbón, que emiten decenas de miles de toneladas de CO2 a la atmósfera, sin contar con las miles de fábricas y los millones de vehículos contaminantes. Hasta tan punto llega la locura que produce la codicia que, lejos de echarse las manos a la cabeza ante lo que está pasando, algunos países ya están haciendo planes para explotar el petróleo del ártico en cuanto se retiren los hielos.
Hace 65 millones de años un meteorito asoló la Tierra, provocando una extinción masiva de la vida, pero fue mucho peor la que ocurrió hace 251 millones de años, en el Pérmico-Triásico, cuando una inusual emisión de C02 y otros gases, producidos por una alta actividad volcánica en Siberia, cambió el frágil equilibrio de la composición atmosférica acabando con casi la totalidad de las especies animales y vegetales (se conoce como la "Gran Mortandaz"). Estamos muy cerca de provocar la tercera gran extinción, donde el Homo Sapiens también desaparecerá, pero no parece importarnos demasiado.
Durban, por desgracia, no va a ser un punto de inflexión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario