domingo, 30 de octubre de 2011

FRACASO DE LA CUMBRE IBEROAMERICANA

La XXI Cumbre Iberoamericana en Asunción ha finalizado con un rotundo fracaso, no solo no se ha concretado ningún proyecto relevante a realizar, ni se ha escuchado ninguna iniciativa seria, lo peor es que solo asistieron 12 jefes de Estado o de Gobierno, pero faltaron 11 países de los 22 invitados, justo la mitad.
La desastrosa gestión del Gobierno socialista de Zapatero incluye también, muy particularmente, la política exterior. En pocos años España ha perdido peso y prestigio en la política internacional por múltiples razones que no vamos a pormenorizar aquí, solo apuntar que la supeditación a los intereses de otras potencias y la propia incapacidad de los responsables gubernamentales tienen la mayor parte de la culpa.
Hace ya hace tiempo que las Cumbres Iberoamericanas se han convertido en un foro no no sirve para nada, porque no se han sabido aprovechar para potenciar las sinergias latentes en unas naciones a las que unen muchas cosas, además de la lengua y la cultura. Pero un punto de inflexión fatal fue la Cumbre que se celebró en Chile, donde usted recordará el espectáculo lamentable del rey D. Juan Carlos pidiendo al presidente venezolano, Hugo Chávez, que se callara. Aquí todo el mundo cargó las tintas contra Chávez (casi nadie sabe ya lo que estaba diciendo el presidente de Venezuela) pero hay que ser conscientes que los países de Iberoamérica hace tiempo que, afortunadamente, dejaron de ser nuestras colonias para pasar a convertirse en Estados soberanos y que a sus presidentes y primeros ministros hay que tratarlos de igual a igual, como, por otra parte, trataríamos a los que consideramos nuestros hermanos. Aunque posteriormente Chávez visitó España e incluso bromeó con el rey por el incidente, aquella calamitosa escenificación y, sobre todo, las posteriores decisiones de nuestro país sobre algunas exportaciones de armamento vetadas por los EE UU, deterioraron todavía mas las relaciones. América ha cambiado y sus pueblos se han emancipado, no solo de la Corona española, también del yugo yankee, deberíamos tomar buena nota.
Pero la desaparición de las Cumbres Iberoamericanas supondría la pérdida de un marco al que toda la comunidad hispana puede sacar mucho provecho. Parece que no somos conscientes de nuestra fuerza si actuamos unidos.
Hay que ser realistas y darse cuenta que entre las repúblicas americanas hay diferencias notables en renta per cápita, en nivel de desarrollo y en tendencias políticas, pero ello no es óbice para poder llegar a acuerdos mutuamente beneficiosos en todos los campos, sin intentar tutelar nada y solo con la mirada puesta en mejorar las condiciones de vida de todos los ciudadanos de esa comunidad fraternal y en dar un mayor protagonismo a Iberoamérica en el concierto mundial, tanto en lo cultural como en lo económico y en lo político. Nuestros intercambios, de todo tipo, con las repúblicas hermanas de América son ya importantes pero pueden incrementarse mucho más, en beneficio de todos.
España tiene la obligación moral de dar un golpe de timón a estas reuniones que, desgraciadamente, se han devaluado por su inutilidad. Hacen falta llegar a compromisos ambiciosos y establecer metas comunes por las que luchar. Nuestro país debe recomponer, sin demora, las deterioradas relaciones con algunas de esas naciones tan queridas, que llevamos tan en nuestro corazón, aunque discrepemos en algunos planteamientos, y que la próxima Cumbre sea un éxito, por participación y por operatividad y sin invitados mal vistos, como representantes del Banco Mundial o del Fondo Monetario Internacional, que tanto daño han hecho a los pueblos de América, como se ha encargado de recordarnos el presidente de Ecuador, Rafael Correa.
¿Se imagina usted, por ejemplo, un acuerdo para la exigencia de que, junto con India, Iberoamérica tenga un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas?. Y no solo eso. Juntos podemos.

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