martes, 4 de octubre de 2011

EL MAYOR ROBO DEL SIGLO

Es habitual escuchar que esta boda o aquel partido de fútbol son el evento del siglo, aunque cada poco tiempo hay acontecimientos a los que se da la misma calificación, pero lo que le voy a relatar es, sin duda, el robo del siglo.
En la pasada centuria también hubo grandes robos, aunque la fama se la llevaron aventuras de poca monta de algunos particulares, como el asalto al tren de Glasgow, los grandes expolios, como sucede ahora, los hicieron los políticos y los Estados. Quizá la introducción masiva de dólares falsificados en el mercado, que hicieron los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, fuera verdaderamente el de mayor rango, pero, aunque no fuera así, nos viene al pelo para nuestro relato porque se parece mucho a lo que está sucediendo ahora.
Como todo el mundo ha hecho en los últimos dos años un curso mediático de economía, para nadie es un secreto que la crisis económico-financiera estalló porque los ciudadanos no pudieron hacer frente a las hipotecas que tenían concedidas por los bancos. Y también sabemos que había muchas entidades financieras que se habían apuntado a la vorágine del ladrillo hasta el punto de que, a su vez, habían pedido dinero prestado para conceder créditos con mayor rentabilidad y quedarse la diferencia. Por eso, cuando empezaron los impagos, la bancarrota, nunca mejor dicho, se extendió como un reguero de pólvora, poniendo patas arriba gran parte del entramado financiero mundial.
En un primer momento, los políticos, asustados por si a los ciudadanos se les ocurría rebanarles el pescuezo por consentir y colaborar con el gran capital en la superfechoría, anunciaron “medidas contundentes”. Recordará usted que se prometieron nacionalizaciones, acabar con los paraísos fiscales y reformar los organismos financieros internacionales, como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial. Mientras mentían como bellacos, despojaban las arcas de sus Estados para inyectar liquidez a los bancos (es la jerga que emplean para no decir darles nuestro dinero a manos llenas). Nos contaron que con eso se acabaría la crisis financiera, volvería a fluir el crédito y todos volveríamos a sonreír, a gastar y a ser felices. No fue así, porque el expolio de las reservas monetarias de los Estados y de los bancos centrales provocó que no se pudiera hacer frente a la creciente Deuda y al pago de sus intereses. El segundo gran ataque a los ciudadanos consistió en las subidas generalizadas de impuestos, en la rebaja o congelación de salarios y pensiones y, ya puestos, en pasarse los derechos de los proletarios por la entrepierna.
Pero, lógicamente, como dijimos en su día, disminuir el poder adquisitivo de los ciudadanos solo agravaría la situación porque hundiría el mercado, obligaría a cerrar a miles de empresas y pondría en la calle a millones de trabajadores. No solo eso, los impagados aumentaron de forma espectacular y, otra vez, los bancos se vieron en dificultades. En esas estábamos, con anuncios de nuevos recortes, nuevas subidas de precios y todos los ingredientes que los irresponsables que nos gobiernan han puesto para llevarnos al abismo, cuando el presidente Obama tuvo la feliz idea de introducir mas dinero público en el mercado, a través de la banca, naturalmente. El problema es que ya no había dinero y se dio orden al Tesoro de poner a funcionar la máquina de hacer billetes, al tiempo que se aconsejaba a Europa y Japón que hicieran lo mismo, para mantener estable la cotización del dólar. La ecuación es sencilla, a mayor número de papel moneda y el mismo valor real de las cosas el resultado es que el dinero vale menos, eso es lo que está ocurriendo en cuanto se han puesto a rodar los billetes de la última hornada para valorizarlos, bien a través de fondos de inversión o en transacciones interbancarias. Los bancos están adquiriendo activos con dinero de mentira que les han dado los Estados, para entendernos, es como si un niño comprara su casa con dinero de juguete, como los famosos “mortadelos”, y usted y su familia tuvieran que ir a vivir debajo de un puente y calentarse con ellos.
Con la economía estancada o con crecimientos paupérrimos lo lógico sería que la inflación fuera muy pequeña o incluso tuviera crecimiento negativo, pero la introducción de papel moneda sin valor la está disparando por encima del 4%. Para frenarla, los bancos centrales encarecen los créditos y las hipotecas, aumentando los impagos de particulares y la quiebra de empresas, mientras las grandes corporaciones financieras y los grandes bancos se quedan con todo.
Este sí será el mayor robo del este siglo e incluso de la Historia.

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