martes, 15 de enero de 2013

MALÍ Y EL IMPERIALISMO FRANCÉS


Francia ya está metida en otra guerra en África, la enésima. Solo hace falta ver unas cuantas producciones cinematográficas, alguna tan famosa como “Casablanca”, para darnos cuenta de que los soldados franceses, incluida su famosa Legión, llevan mucho tiempo metiendo las narices en El Magreb y en toda el África subsahariana.
Todos recordamos cuando el entonces presidente Sarkozy arrastró a la OTAN a la Guerra de Libia, rememorando viejas aventuras, como la Guerra de Argelia, con sus torturas y sus masacres. Aquello fue una chapuza porque los EE UU no quisieron comprometer tropas de tierra y para acabar con el régimen de Al Gaddafi se tuvo que recurrir a mercenarios salafistas, que fueron reclutados por Al Qaeda. Pero, terminada la Guerra de Libia, muchos de los grupos armados que se habían quedado sin trabajo dirigieron sus pasos hacia el Sur, para hacer su propio Estado o buscarse la vida en las poco controladas arenas del desierto, otros se enrolaron para combatir en Siria, bien pagados por Arabia Saudí y Catar. Enseguida se formó una alianza entre los Tuareg, pueblo nómada establecido en cinco países de la zona y los salafistas, armados hasta los dientes por Occidente. En Malí había una guerra de baja intensidad entre el Norte Árabe y musulmán y el Sur negro, cristiano y protegido de Francia, algo muy similar a lo que sucedió en Sudán y en el antiguo conflicto de la República del Chad, pero la llegada de grupos bien pertrechados y organizados hizo que los enfrentamientos con las fuerzas gubernamentales tomasen un feo cariz.  La toma de varias ciudades por parte de los islamistas alarmó a Francia, que vio peligrar su hegemonía en el país y por eso ha intervenido, enviando fuerzas desde el rosario de bases militares que posee en todo el Sur del Sáhara y de la propia metrópoli.
Pero la correlación de fuerzas en el teatro de combate no permite a los franceses ganar esa nueva guerra, solo ralentizar el desenlace con los bombardeos de su Fuerza Aérea. Por eso los galos están haciendo ingentes esfuerzos, como ocurrió en Libia, para implicar a la ONU y a la OTAN en un conflicto donde  peligran sus intereses económicos y estratégicos.
No es la primera vez que Francia se aprovecha de la ingenuidad de sus aliados para mantenerse como la mayor potencia militar de Europa Occidental, gracias al programa espacial europeo, por ejemplo, los galos disponen de cohetería con alcance intercontinental para sus cabezas nucleares. Pero aún fue mas tramposa e insolidaria la estrategia desplegada para conseguir tener un cazabombardero propio de cuarta generación plus (el Dassault “Rafale”). Francia se había desentendido del programa Británico-Alemán del cazabombardero “Tornado”, para potenciar su industria nacional y continuar con el desarrollo de nuevas versiones del “Mirage”, pero eso  la atrasó tecnológicamente, sobre todo en el vuelo de aeronaves de combate a alta velocidad y baja cota, donde los problemas de cabeceo se volvieron irresolubles, por eso entró inicialmente en el programa Eurofighter Typhoon (EF-2.000) donde permaneció dos años, el tiempo suficiente para hurtar la tecnología necesaria a la alemana MBB (Messerschmitt-Bölkow-Blohm) para la construcción del “Rafale”. El avión francés se parece al EF-2000 como un huevo a otro, a simple vista solo se diferencia en que sus tomas de aire son dorsales y no ventrales, pero lleva radar multimodo Thomson y misilería Matra, eso sí, el sistema estabilizador y el diseño fue usurpado a sus socios y aliados europeos.
Esperemos que los franceses no pretendan tomarnos otra vez el pelo, ahora en Malí, y que sean ellos los que pongan el dinero y los muertos. Pero, ya lo verá usted, nuestro Gobierno, como hizo el de Zapatero en Libia, entrará al trapo de los gabachos. 

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