lunes, 1 de enero de 2018

AÑO NUEVO, DEUDA NUEVA

A pesar de que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, sobre todo desde el batacazo de su partido en las elecciones autonómicas catalanas, lleva semanas diciendo a todo el que le quiera oír que la economía española crece más que ninguna otra en Occidente  y, en definitiva, que España va bien, igual que decía Aznar mientras allanaba el camino a las políticas del pelotazo que desembocarían en  la crisis financiero-inmobiliaria, la verdad es que no se ha despejado, ni de lejos, el conflicto político en Cataluña ni las cifras macroeconómicas son buenas, por mucho que el crecimiento económico esté en torno al 3% y se cambie un contrato de trabajo fijo por dos en precario. Y no lo son porque España sigue gastando mucho más de lo que ingresa y porque la Deuda Pública Española, a falta de los datos del cuarto trimestre, ha vuelto a aumentar el año pasado y vuelve a batir todas las marcas históricas desde la Guerra de Cuba. Si mentamos las cifras globales de la Deuda, aunque estratosféricas, la gente no tendrá percepción exacta del problema, pero si decimos lo que debe cada español es otra cosa: En 1.980 la Deuda per cápita en España era de 425 euros, en 1.990 de 3.518 euros, en el año 2.000 de 9.211 euros, en 2.010 de 13.913 euros, en 2.016 de 23.796 euros y en octubre de 2.017 ya había llegado a 24.367 euros. Es decir, nuestros gobernantes nos han endeudado hasta las cejas y piensan seguir incrementando lo que debemos a pesar de que todo parece indicar que los bajos intereses a los que se amortizaba el pufo van a subir en breve. Se acabó la fiesta, pero aún no nos hemos enterado. Aunque la derecha política siempre achaca a la izquierda la responsabilidad en el incremento de la Deuda Pública, tenemos ejemplos evidentes de que no siempre es así y no solo porque ahora gobierna el PP. Si vamos al detalle nos podemos encontrar que las administraciones territoriales más endeudadas de España no han estado gobernadas precisamente por la izquierda, me refiero, por ejemplo, al Ayuntamiento de Madrid o a la Comunidad Autónoma de Valencia. Valencia es la comunidad autónoma más endeuda en relación a su PIB, aunque la que más debe es Cataluña, 75.000 millones de euros, unos 50.000 millones obtenidos de créditos estatales con un precio del dinero que ya quisieran otras CC AA. En efecto, la amortización de la Deuda ya es el segundo de los gastos presupuestarios de algunas CC AA, como Asturias, que “solo” debe 4.100 millones de euros, un 18,8% de su PIB y 3.958 euros por habitante, pero donde los intereses de la Deuda ya suponen el segundo gasto más importante después de la Sanidad.
Los EE UU son el país que más debe del mundo, con una Deuda Pública de más de 17 billones de dólares, pero la cosa cambia si vamos al porcentaje sobre su PIB, porque entonces bajan hasta el puesto 33 de la lista. Ahí vemos que Japón (1) es el que se encuentra en una situación más delicada  y que países como Francia (18), España (20) y Reino Unido (21) están también en situación de riesgo. Llama la atención que Estados muy potentes, alejados de los comportamientos y políticas occidentales, como China y Rusia, se encuentren en las posiciones 98 y 128 de Deuda Pública con respecto a su PIB.

Viviríamos en el reino de Jauja si pudiéramos endeudarnos cada vez más e indefinidamente, pero, no es así. No solo hay que pagar los intereses de la Deuda, y estos van a subir mucho con el incremento de los tipos de interés, también hay que pagar la propia Deuda y cuando esta empieza a ser tan gigantesca los prestamistas también encarecen los créditos y cuesta más financiarse. La burbuja explotará cuando la Deuda sea tan grande en porcentaje al PIB que surjan serias dudas sobre si esta se va a poder devolver y si se van a poder pagar los intereses. Entonces todo se vendrá abajo como un castillo de naipes. Los prestamistas se van a resistir, porque para no perder todo su dinero tendrán que intervenir groseramente los Estados y nadie sabe en qué puede desembocar eso. La pregunta ya no es si ocurrirá, es cuando y lo sabremos en el momento que los bancos centrales paren la máquina de hacer billetes y ya no haya papel moneda, con dudoso respaldo de valor, para comprar Deuda.

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