Yo, lo confieso, no soy creyente,
soy un ateo empedernido, y tengo suerte de no vivir en la Europa de la Inquisición
ni en Arabia Saudí para poder decirlo, pero, ni hago apología de ello, permítame
usted hoy la excepción, ni por ello dejo de respetar y hasta comprender a los
que creen en Dios, con cualquiera de los nombres que le dan según la religión.
Pero, que piense que el Universo, el Espacio y el Tiempo no han necesitado un hacedor,
un creador, para existir y que no crea en Dios no quiere, para nada, decir que
no crea en el mensaje del Evangelio y en lo que el cristianismo significa, más
para bien que para mal, en nuestra cultura. Por eso, entre otras cosas, celebro
la Nochebuena sin caer en ninguna contradicción.
A mí el Papa Francisco me cae
bien, y no porque yo haya estudiado con jesuitas y sepa que son lo más
progresista de la Iglesia, me cae bien por cosas tan aparentemente banales como
que tiene cara de buena persona, no como los inmediatamente anteriores,
beatificados o no. Pero, sobre todo me gusta Francisco desde que vi una
fotografía suya, vestido con un jersey roído, repartiendo platos de comida en
Buenos Aires a la gente cuando en Argentina, su país natal, mas azotaba la
crisis e ibas por la tarde a tomar un café y había subido 10.000 pesos desde el
que tomaste por la mañana. Hiperinflación, dicen que llaman a eso. Francisco no
me defraudó y una vez que hubo fumata blanca y lo nombraron Papa lo primero que
hizo fue pedir perdón, pero con mueca de sincero, por todas las fechorías de
la Iglesia, en particular por los múltiples casos de pederastia, y obrar en
consecuencia, incluso enviando cartas manuscritas suyas a algunos de los
afectados. Pero, si este Papa es sin duda el más valiente y justo que yo
recuerdo, algunas decisiones y manifestaciones suyas recientes no hacen más que
confirmarlo. Una de ellas ha sido que el Vaticano ha reconocido a Palestina como Estado y que ha
dejado muy clara su postura sobre el estatus jurídico, político y confesional
de Jerusalen, exactamente con el mismo criterio que todos los organismos de la
ONU. Pero, donde Francisco está dando ahora la batalla es denunciando el
peligro que suponen los arsenales nucleares y sus sistemas de control cada vez
más robotizados, hasta el punto que entes de inteligencia artificial podrían
seguir disparando misiles nucleares aun cuando los centros de mando y control y
los Gobiernos hubieran sido aniquilados. El desarrollo y despliegue de misiles nucleares
hipersónicos supone un peligro añadido, pues el tiempo para analizar un posible
error se reduce dramáticamente. El Vaticano, con muchísimos menos medios
técnicos que las grandes potencias, está, sin embargo, muy bien informado y
cuando el Papa Francisco dice que tiene mucho miedo porque cada vez es más
posible un holocausto nuclear sabe perfectamente de lo que habla. En menos de
quince días Francisco ha hablado varias veces de este asunto pidiendo, sin
ambages, el desarme nuclear a los países que cuentan con estos arsenales. La
última vez que lo ha hecho ha sido en el vuelo que le llevaba a Iberoamérica
para visitar varios países donde, injustamente, preparaban manifestaciones
contra su visita ¡Pero, si hasta Raúl Castro que, como su hermano Fidel, también
había estudiado con los jesuitas, manifestó después de entrevistarse con Francisco
que iba a tener que volver a misa!
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