La Navidad era una época del año
entrañable para las familias y de ilusión para los niños, que esperaban que los
Reyes Magos de Oriente les trajeran regalos por haber sido buenos, e independientemente
de si uno era o no creyente se respetaba la tradición, una tradición que no
hacía mal a nadie, al contrario. Pero, hace muchos años que la Navidad se
convirtió en otra cosa, unas fechas para los mejores negocios, para los
excesos y para hacer el imbécil. Desde que en 1.932 la compañía Coca Cola
vistiera a Papá Noel de rojo y blanco, sus colores corporativos, para hacer una
macrocampaña de publicidad, apelando al corazón y a los sentimientos, como
suele hacer esta multinacional de los refrescos, el pobre Santa Claus ya no se
ha vuelto a vestir con su ropa verde y blanca y mucho menos los zoquetes que
lo quieren imitar. Pero, en España, las fechorías navideñas al servicio de
intereses espurios ya hacía tiempo que cabalgaban a sus anchas. A principios
del siglo XIX se denominó a la noche anterior a la Epifanía como la “noche de
Reyes” y se introdujo la costumbre de hacer regalos a los niños, exactamente
igual que se hacía en otros países el día de Navidad, en honor al santo
oriental Nicolás. Fue en 1.866 cuando se celebró la primera cabalgata de Navidad
en Alcoy, localidad muy dada a las fiestas con disfraces, como las de moros y
cristianos, y la costumbre se extendería luego por toda España y por algunos
países iberoamericanos. A nadie pareció importarle, y mucho menos a la Iglesia,
que la conmemoración de la matanza de los Santos Inocentes, donde los niños menores
de dos años fueron asesinados por el Rey Herodes para acabar con Jesús, se mantuviera
el 28 de diciembre ¿cómo era posible que los Reyes Magos llevaran oro, incienso
y mirra al nuevo Mesías el 6 de enero a Belén si en esa fecha, según el
Evangelio de San Mateo, la Sagrada Familia se encontraba en Egipto, adonde
había huido avisada por un ángel? Pelillos a la mar. Pero, de una u otra
manera, bobadas incluidas, las fiestas navideñas forman parte de nuestra
cultura o eso hacían hasta que el gordinflón foráneo irrumpió en los grandes
almacenes y en las casas, la gente empezó a salir en Nochebuena, no a misa del
gallo, sino de borrachera y a los Magos ya no los reconocía ni la padre que los
parió. Este año, como ya ha sucedido en algunos anteriores, ha surgido la polémica
en torno a la cabalgata de Reyes en Madrid, donde, al parecer, saldrá una
carroza con Draq Queen (un término anglosajón que el país de los tontos
enseguida ha hecho suyo) vestidas de magos. Las críticas que la iniciativa ha
generado se han intentado acallar bajo la coartada de que también hay otras
carrozas con otras propagandas, no solo LGTB, incluida la “patrulla canina”. A
mí no me importa que cada cual haga el idiota en Navidad como le parezca,
pero, por favor, no me toquen a los niños, ya harán el idiota a su debido
tiempo.
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