Tiemblan las canillas a los peces
gordos del PP, la preocupación se enseñorea de Génova 13, la sede central del
partido de Rajoy convertida en la 13 Rue del Percebe de Francisco Ibánez
(recuerde usted al caco que vivía en el tercero izquierda) o, como diría Julio Anguita, en
la cueva de Alí Baba. Hemos estado enzarzados durante casi tres meses con el
problema catalán, pero hay otros asuntos también muy graves que siguen ahí y
ahora están en pleno apogeo y a punto de reventar, como el grano que tenía en
el culo La Tarara, sobresaliendo entre ellos el caso Gürtel. Los abogados defensores de Pablo Crespo y
Álvaro Pérez, alias “El Bigotes”, han negociado con la Fiscalía una reducción
en la petición de penas para sus defendidos a cambio de que estos aporten
pruebas sobre los políticos implicados en la trama, lo que cobraron, que regalos
recibieron, como financiaron a su partido, etc. Y entre esos políticos del PP los hay que han estado o están muy arriba y
que o bien siguen dándonos consejos desde su púlpito de FAES o nos gobiernan.
En el caso Gürtel tenemos todos
los ingredientes para una novela o una película sobre la mafia, con héroes y,
sobre todo, con muchos villanos, entre ellos los padrinos. Poca gente se acuerda ya de José Luis Peñas,
el exconcejal del PP de Majadahonda que levantó la liebre, y mucho menos de Manuel
Morocho, inspector jefe de la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF)
y del que fuera comisario general de la Policía Judicial hasta 2.012, Juan
Antonio González, cesado de forma fulminante por el entonces nuevo Gobierno del
PP, que iniciaron la investigación. Policías honrados y jueces (dejémonos de tonterías) represaliados, como Baltasar
Garzón, condenado a once años de inhabilitación por tomarse tan en serio este
caso que pasaba los domingos en su despacho, trabajando hasta altas
horas de la noche, intentando desentrañar la gigantesca madeja tejida por los
impresentables. Unos levantaron una esquina de la manta y otros dicen que la
van a levantar entera, pero también aquí, se lo aseguro, hay gargantas profundas,
ese término acuñado no por una película pornográfica (ese cine al que ahora
algunos, estúpidamente, llaman de “para adultos”) sino por lo que sucedió en
los EE UU alrededor del escándalo Watergate, cuando un ex agente del FBI, Mark
Felt, levantó la trama de espionaje montada por los republicanos contra el
Partido Demócrata y el FBI encontró la conexión entre los ladrones de los documentos y el dinero negro utilizado por la Comisión para la Reelección del Presidente Nixon. En el caso Gürtel unos tiran de la
manta para ajustar cuentas o para salvar el pellejo y otros hablan en la sombra
con la navaja trapera en la mano queriendo ejercer de justicieros; los
funcionarios solo han hecho y hacen su trabajo lo mejor que pueden y saben. El
PP está acabado, porque hasta los incondicionales se han hartado de taparse la
nariz y esta enorme mierda todavía huele caliente.
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