Me ha venido a ver la de la guadaña, somos viejos conocidos, enfundada en sus ropas negras y con la herramienta bien afilada. Ya vino a por mí hace muchos años, cuando era niño, y entonces hicimos un pacto: no volvería hasta que la llamara. Pero, se hace la olvidadiza y me ha visitado en varias ocasiones sin invitación. Esta vez se ha puesto demasiado pesada con sus coqueteos y le he tenido que recordar nuestro acuerdo. Todavía tengo unas cuantas cosas que hacer antes de acompañarla.
Y ya puede esperar sentada la señora oscura, porque tienes muchas cosas todavía que contarnos, querido amigo.
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