jueves, 17 de diciembre de 2015

INTOLERABLE AGRESIÓN

El miércoles 16 de diciembre el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, recibió una brutal agresión mientras hacía un paseo electoral en Pontevedra. Aunque el puñetazo que le propinó un descerebrado mozalbete de 17 años fue noticia de primera página en los periódicos, de apertura en los telediarios y tema prioritario en las redes sociales, dentro de pocos días ya nadie hablará de él, porque habrá otros acontecimientos donde pondrá el foco la atención informativa, sobre todo el resultado de las elecciones generales y sus consecuencias políticas y sociales. Pienso, sin embargo, que cometeríamos un grave error si no reflexionáramos seriamente sobre el asunto.
No soy el único que viene observando un preocupante clima de enfrentamiento en la sociedad española en los últimos meses, desde el problema secesionista catalán, donde las vísceras priman sobre las razones, hasta todo tipo de insultos y descalificaciones entre los dirigentes políticos, que van mucho mas allá de la crítica y la denuncia. Esta actitud tan peligrosa en un país con un pasado como el nuestro, y que pensábamos que se había superado con la Transición Democrática, se ha convertido en moneda corriente en todo tipo de tertulias y foros. La aparición de Podemos en el escenario político español ha resucitado viejos odios que pensábamos que estaban muertos y bien enterrados. Algunos temen que emerja una verdadera izquierda que amenace sus seculares privilegios  y la izquierda, no solo Podemos, pretende poner todo patas arriba, cuestionando incluso una Constitución que es mejorable y que no son las Tablas de la Ley, pero que todavía es útil y hasta revolucionaria si se cumpliera en todos sus artículos. Ese caldo de cultivo que ha ido engordando por actitudes irresponsables, que huyen del diálogo y el compromiso, al que se han agregado los escándalos de corrupción, la creciente desigualdad social y las injusticias de todo tipo, puede generar, ya lo está haciendo, situaciones indeseables y peligrosas, por eso la agresión al presidente del Gobierno no debe ser vista como una anécdota, porque ni es la primera vez que se agrede a un político (Gaspar Llamazares, diputado regional por IU en Asturias y ex coordinador general de IU, también fue brutalmente agredido en Madrid en junio de este mismo año) ni son una singularidad los insultos que Pedro Sánchez dirigió a Rajoy durante el debate electoral en TV. Estamos hartos de ver como se llama “perrofluta” o “coletas” a Pablo Iglesias, con el que uno puede estar o no de acuerdo, pero que en ningún caso da derecho a insultarlo.
El clima de violencia dialéctica o física no es nada bueno y menos, repito, en un país como el nuestro. Se puede ser muy duro en la exposición de los argumentos y en la denuncia de las fechorías, pero guardando siempre las formas.
Hay comportamientos que pueden parecer intrascendentes o sin importancia, pero que no ayudan, en absoluto, a salvaguardar el respeto y la integridad de quienes nos representan. A mí siempre me ha llamado la atención que los periodistas españoles tuteen y compadreen con el presidente del Gobierno y que este se preste a ello, sin el tratamiento de Sr. Presidente y sin mantener las distancias que exige el cargo. Una cosa es que Mariano Rajoy, ciudadano, se tome unas cervezas con quien quiera y otra muy distinta que el presidente del Gobierno de España no sea plenamente consciente del cargo que ocupa, de las cosas que lleva consigo y del protocolo obligado. No solo Rajoy ha caído en este error, evidentemente.
Vamos en el mismo barco y podemos tener discrepancias importantes, las tenemos, pero siempre siendo conscientes de no hacer peligrar la flotabilidad de una nave que tanto trabajo costó construir. Nos hundiríamos todos con ella.


No hay comentarios:

Publicar un comentario