lunes, 21 de diciembre de 2015

¿Y AHORA QUÉ?

El primer gran error que se comete al analizar los resultados electorales es decir: “esto es lo que han decidido los españoles”, algo totalmente falso. La gente ha depositado su voto con la intención de que ganaran los suyos y de que sacaran el máximo número de diputados y el panorama electoral nada tiene que ver con la voluntad individual de las personas. No existe, por tanto, ningún ente metafísico, “los españoles”, que haya decidido nada.
No voy a repetir aquí todos los datos, lo que dicen sesudos analistas y sale en los editoriales, porque de eso ya está suficientemente informado el ciudadano, solo apuntar algunas cosas que se están soslayando y cómo pienso que va a evolucionar la situación política, aunque soy consciente de que hacer ejercicios de futurología con una fragmentación del Parlamento tan grande y con los líderes políticos que tenemos es muy arriesgado.
El Partido Popular ha perdido 3.615.163 votos, pero ha bajado en nada menos que 63 escaños. El otro partido de la derecha, Ciudadanos, ha obtenido 3.500.446 votos, casi los que pierde el PP, pero solo ha conseguido 40 escaños. Es decir, la fragmentación del voto de la derecha, que desde la ultraderecha al centro-derecha votaba como una piña al PP, ha penalizado en nada menos que 23 escaños al partido de Rajoy. No ha sucedido lo mismo, o con la misma incidencia, en la izquierda, que siempre ha ido dividida a las elecciones. Es más, esos escaños que se le han escapado a la derecha han ido, merced al reparto que impone el sistema electoral, en una buena parte al PSOE, por lo que no entiendo como los socialistas, que han perdido 1.443.187 votos y 20 escaños, pueden estar tan contentos. Es decir, tenemos un sistema electoral que tiene muy poco de democrático, que no es proporcional, y donde los votos tienen mas o menos valor según donde uno viva. Sirva de ejemplo que mientras el PSOE con 5.530693 votos obtiene 90 diputados, Podemos, con 5.189.933 solo saca 69. Pero, aún es mas sangrante lo de IU-UP, que con 923.105 votos solo obtiene 2 diputados mientras que Democracia y Libertad, el nuevo partido de Artur Mas, con 565.501 votos saca 8 escaños. O, para decirlo de otra forma, al PP un diputado le cuesta 58.663 votos y a IU-UP 461.553. Si esto es la democracia que venga Dios y lo vea.
Todas las formaciones políticas están obligadas a hacer un análisis minucioso de lo que ha pasado, algunas tendrán que hacer, además, una profunda autocrítica, porque no se puede echar la culpa de todo al sistema electoral, que es el que hemos tenido en otros comicios, o a los ninguneos  de los medios de comunicación.
La expectación se centra ahora es quién va a ser capaz de formar Gobierno y con qué mayoría va a contar. Después de las declaraciones de Pedro Sánchez en la misma noche electoral yo tengo la impresión de que los socialistas van a dejar que Mariano Rajoy o Soraya Sáenz de Santamaría ("operación Menina") formen Gobierno en minoría y, con su abstención, “por responsabilidad”, van a facilitar su investidura. Se deben descartar opciones como un “multipartito” de izquierda, no solo porque sería un conglomerado con ideologías e intereses muy distintos, también porque ahora, después de la fiesta de la campaña electoral, volveremos a la realidad y regresarán los ajustes que nos reclamarán desde Bruselas y votaciones parlamentarias, como ir a la guerra en África, asuntos en los que, como en la reforma de la Ley Electoral, el PSOE estará de acuerdo con el PP, como ha sucedido hasta ahora. En resumen, habrá Gran Coalición, pero sin admitirlo.


1 comentario:

  1. Que el sistema electoral español prima a los dos partidos mayoritarios, en detrimento de los que quedan como tercera, cuarto o quinta fuerza en cada distrito electoral es evidente. Tan evidente como el interés del PP-PSOE en oponerse a cualquier tipo de reforma de los mecanismos que impiden una mayor proporcionalidad del voto (tamaño de las circunscripciones o inexistencia de un sistema de acumulación de los restos que no han servido para la adjudicación de escaños y de reparto, con esos restos, de un cupo de escaños reservados a tal fin).

    La fragmentación del voto, por la irrupción de los llamados partidos emergentes, ha dado como resultado una aritmética electoral que condiciona el futuro más inmediato de la gobernabilidad de este país. El PP no suma los apoyos necesarios con otros partidos de su espectro y la oposición variopinta de los partidos de la izquierda tiene muy difícil la suma para gobernar, como no sea poniendo en riesgo la configuración territorial de España y el propio marco económico comunitario en el que nos movemos.

    Creo que la corrupción ha sido el factor más determinante en los resultados electorales del 14-D. De otro modo no se explica que el PSOE no haya conseguido aglutinar el descontento social con las políticas económicas restrictivas puestas en marcha por el Gobierno de Rajoy. Claro que también hay otros dos factores nada desdeñables: a) la pesada herencia que dejó la última legislatura de Zapatero (la gente no olvida del todo) y b) la aparición de Podemos, que le ha robado el voto genuinamente más de izquierdas al PSOE. La gente suele preferir, llegado el caso, a lo genuino sobre la imitación.

    Votar en clave “anticorrupción”, como mensaje genuinamente populista, puede dejar en segundo plano el voto hacia las propuestas electorales de unas y otras opciones políticas. Seguramente que muchos de los votantes del PSOE y del PP son críticos con los escándalos de corrupción en el seno de ambos partidos, pero eso no les ha impedido darles nuevamente su voto, porque su desconfianza es todavía mayor hacia las propuestas electorales (en materia económica sobre todo) que plantea Podemos, por poner el ejemplo más significativo.

    La gobernabilidad de España se antoja muy difícil. Coincido en que única opción medianamente viable es un acuerdo entre PP y PSOE. Pero que sea factible no quiere decir que vaya a darse, porque para el PSOE posiblemente sería muy grande el coste político que se vería obligado a pagar. Dejar todo el espectro de la izquierda en manos de Podemos sería muy negativo para los socialistas, en el caso de que apoyasen un gobierno de la derecha. Pero es que, si se decidiese por apostar por un acuerdo con la izquierda radical y con los partidos de corte soberanista, el coste de esa operación no le resultaría mucho menor. Ello al margen del coste que un acuerdo de gobierno de esa naturaleza pudiera tener para España.

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