lunes, 12 de diciembre de 2011

EL FIN DE LOS NEGOCIOS

Cuando estalló la crisis financiera, los Gobiernos del mundo pasaron de una primera fase de desconcierto y miedo a lo que pudieran hacer los ciudadanos (fue cuando hablaron de nacionalizar los bancos y acabar con los paraísos fiscales y los especuladores) a una segunda, donde se empezaron a tomar medidas de ajuste del gasto a base de recortar pensiones, bajar los salarios y subir los impuestos, entre otras locas ocurrencias.
Esas políticas eran claramente erróneas, porque cualquiera podía adivinar que, bajando el poder adquisitivo de los ciudadanos, ni los comercios ni las fábricas podrían vender a nadie sus productos, agravando, además, uno de los factores primigenios de la crisis, del que, por cierto, casi no se habla, el problema de la sobreproducción.
Mientras EE UU, Reino Unido y Japón han entrado en la tercera fase, poner a funcionar la máquina de hacer billetes para intentar dar una solución keynesiana a la grave situación de las economías capitalistas, la UE, bajo la batuta de la canciller alemana, Ángela Merkel, todavía sigue pensando que solo ajustando el gasto y reduciendo el déficit va a tener salida la difícil coyuntura económica en que nos encontramos.
Pero, como la realidad es tozuda y nuestra percepción visual, como diría Santo Tomás, es mucho mas convincente que la fe, solo hay que dar una vuelta por las calles y por los polígonos industriales de nuestras ciudades para observar que cada vez hay mas comercios cerrados, mas naves industriales desiertas y mas pisos sin vender. Los letreros y los anuncios de "se vende" o "se alquila" proliferan como los hongos en otoño, en un bucle infernal, en una pescadilla que se muerde la cola, que tiene por final el desastre.
En España, la pérdida del poder adquisitivo de la gente, particularmente de los trabajadores, empezó bastante antes de que estallara la burbuja de las hipotecas Subprime. Quién no recuerda las espectaculares subidas de precios que acompañaron a la entrada del Euro (En Francia, por ejemplo, se prohibió, por ley, aprovechar el cambio de moneda para subir los precios) o la llegada de millones de inmigrantes dispuestos a trabajar en unas condiciones salariales y laborales que los españoles no aceptábamos, mano de obra barata, sobre todo para sector de la construcción, con la que algunos multiplicaron su capital de forma indecente.
Así, pasaron algunos años donde los salarios crecían por debajo de la inflación real (la otra se cocinaba bien antes de servirla) y con los ajustes de caballo y las subidas de impuestos, electricidad y carburantes, entre otras muchas cosas, de los últimos dos años, la situación se ha hecho insostenible.
Pero el nuevo Gobierno, que presidirá el Sr. Rajoy, se empecinará en el mismo error, aunque hay margen para incrementar los ingresos y disminuir el gasto sin tocar el poder adquisitivo de los trabajadores y pensionistas y conseguir no superar el déficit del 3% que nos exige Europa, sin hundir, aún mas, el mercado interno. Entrar a saco en la economía sumergida y conseguir que paguen impuestos los que, hasta ahora, han escurrido el bulto y una mejor gestión de la Sanidad y de los servicios sociales básicos, para que no se conviertan en un pozo sin fondo de los caudales públicos, es imprescindible, y volver a poner en vigor impuestos que nunca se debieron quitar, como el del patrimonio, y gravar las operaciones especulativas de los fondos de inversión, también son actuaciones imperativas.
La alternativa será el fin de los negocios, el incremento hasta cotas insoportables del paro y una situación de agitación social explosiva que puede alumbrar cualquier cosa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario