domingo, 27 de junio de 2010

LA PSEUDOIZQUIERDA, EL BURKA Y EL NIQAB


Parece que vivimos en el país del revés, donde Rajoy se erige en defensor de los trabajadores y Zapatero los exprime como limones, donde los pobres pagan los impuestos de los ricos, los de afuera tienen mas derechos que los de casa y, en fin, las feministas de izquierda defienden el burka mientras las derechas lo quieren prohibir. Lo que sucede es que no todo es como parece y hay mucho oportunista en la política que continuamente cae en contradicciones. Causa estupor escuchar a la secretaria de Organización del PSOE decir que el burka no hay que prohibirlo porque es un problema menor y que tiene poca incidencia. A Leire Pajín, cuya dialéctica no engaña ni al mas tonto del pueblo y tiene un desparpajo y cara dura que, después de ver el culebrón de su madre en Benidorm, deben ser genéticos, lo que en realidad no le gusta es que no haya sido su compañera de andanzas, la ministra Aído, la que tomara la iniciativa en el asunto, cuando las elecciones en Cataluña están a la vuelta de la esquina y la ciudadanía empieza a estar hasta el gorro de muchas cosas.
Hay asuntos tan diáfanos que da pudor argumentarlos. La Constitución deja claro la igualdad de derechos de la mujer y también la libertad religiosa, cuando ambas entran en contradicción, siempre han de prevalecer los derechos individuales y humanos. De la misma manera que los jueces obligan a que, cuando es necesario, a los testigos de Jehová se les puedan hacer transfusiones de sangre, ninguna otra religión puede saltarse las normas de convivencia que rigen en el Estado. Pero, por si lo que esta escrito en La Carta Magna, o en unas cuantas leyes del Código Civil, no es suficiente, al no estar particularmente tipificado como delito la imposición a las mujeres del burka o el niqab, la iniciativa que han tomado algunos partidos de prohibir estos usos aberrantes en la calle y en todos los lugares públicos solo puede recibir aplausos. Lógicamente, en su casa que cada cual vista como quiera, en calzoncillos o con burka, pero nunca impuestos.
La pseudoizquierda lleva mucho tiempo manipulando los derechos de las mujeres. Se han sacado de la manga una ley, la de Violencia de Género, que contradice fragantemente la Constitución, al contemplar de manera diferente los delitos según el sexo de la víctima. También les parece bien que una niña de 16 años pueda decidir sobre un aborto, aunque no pueda votar, pero no hemos visto a estas feministas de pacotilla presentar, por ejemplo, un proyecto de ley para acabar con la prostitución, que tiene en España a 400.000 mujeres en manos de las mafias.
La absurda polémica sobre el uso del burka podemos enmarcarla también dentro del cachondeo que gira alrededor de la inmigración en España, país donde quizá no casualmente la cifra de parados es muy similar al de gente llegada en los últimos años. En un Estado serio todo el mundo debe ir documentado, con su DNI, su pasaporte y su visado, o su tarjeta de residencia y, por supuesto, acatando las leyes y costumbres vigentes. A mí no se me ocurriría pasearme borracho por las calles de la capital de Arabia Saudí o organizar un botellón para beduinos por esos lares. Pero aquí la permisibilidad, el buen rollito, el papanatismo o el interés partidista, dan patente de corso para que cualquier recién llegado pretenda campar por sus respetos al ver que todo el monte es orégano.
El Gobierno que preside Zapatero ya había tenido la brillante idea de empadronar a cientos de miles de inmigrantes indocumentados e, incluso, sin residencia fija, con la intención oculta de que puedan votar en las elecciones municipales, cosa que hasta alarmó a Bruselas, ahora Pajín admite el burka y el niqab. Estos días decía Rajoy en el Parlamento que España se ha convertido en un país tutelado desde las cancillerías europeas, tendremos que añadir, con gran dolor de corazón, afortunadamente.

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