Cuando, después de las elecciones
generales del 23 de octubre de 2.015, el secretario general del Partido
Socialista de Portugal (PSP), António Costa, logró formar Gobierno con mayoría
parlamentaria gracias al apoyo del Bloco de Esquerda (similar a Podemos) y los
comunistas del PCP, fueron muchos los que daban a ese Ejecutivo dos
telediarios, los mismos dos telediarios que le dieron al Gobierno
heleno de Alexis Tsipras, que todavía, aunque navegando entre las minas que le
dejaron, sigue ahí. Si lo que había sucedido en Grecia fue inevitable por la
pésima situación social del país, el triunfo de la izquierda en Portugal ya no
era una singularidad, por mucho que en Europa la derecha fuera tomando el poder
en casi todas las cancillerías. Lo harán tan mal que los portugueses se
arrepentirán de lo que han votado y los echarán a gorrazos, se dijeron algunos.
Pero, no fue así.
Portugal es hoy uno de los países
que más crece de la Unión Europea (en los Presupuestos de 2.018 hay previsto un
crecimiento del 2,2%) y se espera reducir el déficit en este ejercicio solo al
1%, para poder meter mano a la gigantesca Deuda Pública que dejó la derecha).
Pero, lo más espectacular es que desde que gobierna la izquierda el paro en
Portugal ha bajado nada menos que un 37% y en estos momentos es el más bajo
desde hace siete años. Pero, los innegables logros que el Gobierno portugués ha
conseguido en tan breve espacio de tiempo no se deben a políticas de ajustes
duros, como han implementado los Gobiernos de derechas en otros países, sino a políticas
expansivas o, si usted quiere keynesianas. António Costa, un hombre con larga
experiencia política y de gestión en el país vecino, que ocupó en el pasado
ministerios y fue alcalde de Lisboa, ha sabido convencer a sus socios de
Gobierno de la necesidad de tomar algunas medidas que eran imprescindibles
cuando llegó al poder y se encontró con un país en bancarrota, como permitir
que a los deudores al fisco y la Seguridad Social que se pusieran al día se les
perdonarían las multas y los intereses de demora. Eso procuró unos recursos
preciosos en un momento económico muy delicado. Al contrario que en España, los
salarios subieron y para los presupuestos del 2.018 se contempla elevar los salarios
de los funcionarios y de las pensiones, en algunos casos por encima incluso de
la inflación prevista. También se prevé una reducción del IRPF a las rentas más
bajas y subidas de impuestos a las grandes empresas. No han sido ni están siendo
políticas del Gobierno portugués las subidas generalizadas de impuestos, al
contrario que en España, donde ningún Gobierno ha subido tanto los impuestos,
IVA incluido, como los de Rajoy. Eso ha llevado a algún encontronazo de António
Costa con sus socios del Bloco de Esquerda que querían subir los impuestos hasta
a las energías renovables, pero no ha llegado la sangre al río. Tan bien lo
está haciendo el Gobierno portugués que los presupuestos para 2.018 también los
han apoyado Los verdes y los animalistas del PAN, además de las fuerzas de
izquierda que gobiernan con los socialistas. En estos Presupuestos figuran
algunas medidas sociales que no se ven por estos lares, como extender el bono
social eléctrico al gas natural y el gas butano, más libros de texto gratuitos
en las escuelas públicas, reducción del ratio de alumnos por aula en la
enseñanza básica y descuento de un 25% en los transportes públicos a todos los
ciudadanos (niños y jóvenes) entre cuatro y dieciocho años de edad.
No estaría de más que las
formaciones de izquierda españolas se acercaran a saludar a sus homónimos
portugueses y les pidieran consejos, desde cómo llevarse bien y ser capaces de
formar un Gobierno y una mayoría parlamentaria hasta tomar las medidas
necesarias para sacar este país adelante. Mucho peor estaba Portugal y ya vemos
todos lo que está pasando allí; aunque no todo lo han gestionado bien nuestros
vecinos, como los pavorosos incendios, la mayoría provocados, que asolaron, con
muchas víctimas, en repetidas ocasiones Portugal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario