Israel ha realizado más de una
docena de ataques aéreos en los últimos días sobre Siria, ya he perdido la
cuenta de cuantos ataques han realizado los sionistas sobre ese país y cuantas
veces han violado su soberanía con lanzamiento de misiles, bombardeos,
infiltración de comandos y vuelo de drones desde que comendó allí la guerra
contra los yihadistas apoyados por las monarquías feudales árabes y, de facto,
por los EE UU y algunos de sus aliados. Israel, ese Estado pirata que se pasa
las resoluciones de la ONU por la entrepierna y que lo mismo puede bombardear
un país a miles de kilómetros de sus fronteras que no le hizo nada, como Sudán,
que atacar barcos civiles en aguas internacionales causando muertos y heridos,
siempre encuentra alguna “justificación” para sus ataques, en el caso concreto
de Siria unas veces han sido armas que podrían caer en manos de Hezbolá o, como
en el caso más reciente, que un dron iraní procedente de Siria habría violado
sus fronteras. Pero, la verdad es bien distinta, Israel no se resigna a que finalmente
Al Assad se mantenga en el poder, que se acabe la guerra en Siria y que se
establezca un corredor chiíta desde Irán al Líbano, por eso sus ataques, los
cuentos para los niños pequeños, se dirigen directamente contra el Ejército Árabe
Sirio y sus instalaciones. Exactamente lo mismo están haciendo ahora en Siria
los EE UU, que violando también la soberanía de ese país y la legalidad internacional
han construido a toda prisa un ejército variopinto para luchar contra la tropas
gubernamentales, un ejército donde los terroristas del antiguo Frente al Nusra,
filial de Al Qaeda, son hegemónicos y que paga principalmente Arabia Saudí.
Hace unos días la artillería yihadista, apoyada por la aviación norteamericana,
mató a más de 100 soldados y dejó cientos de heridos entre las filas del EAS en
Deiz Ezzor, una provincia rica en petróleo. Pero, los ataques israelíes sobre Siria
vienen de antiguo: justo después de la medianoche del 6 de septiembre de 2.007
el 69 escuadrón de la Fuerza Aérea Israelí, compuesto por aviones F-15 “Strike
Eagle”, además de varios cazabombarderos F-16 “Fighting Falcon” y una aeronave de
guerra electrónica, atacaron, sin provocación alguna, un supuesto reactor
nuclear sirio que habría proporcionado Corea del Norte. Esa fue la más grosera
intervención sionista en Siria porque es precisamente Israel el único país de
todo Oriente Próximo y Medio que dispone de armas nucleares y sofisticados
vectores de lanzamiento, desde modernos submarinos “Delfín” de fabricación
alemana, hasta cazabombarderos F-15 de fabricación estadounidense pasando por
los misiles intercontinentales “Jericó III” (rango, 11.000 kms) de fabricación propia, imposibles de
justificar para un teatro de operaciones regional ¿Alguien se imagina lo que
hubiera sucedido si Siria hubiera bombardeado el reactor que Francia le vendió
gentilmente a Israel y del que los sionistas obtienen el plutonio para sus
bombas atómicas?
Rusia está alarmada y Vladimir
Putin ha llamado por teléfono a Netanyahu para frenarlo, pero parece que con
poco éxito. El presidente ruso desoyó en su día el consejo de presidente de
Irán, “no te fíes de esa gente”, y ha estado compadreando con israelíes, saudíes
y norteamericanos, los mismos que le están clavando un cuchillo en la espalda
en Siria. Rusia ha establecido la heterodoxia como praxis de su política exterior
y eso es, además de poco serio, muy arriesgado.
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