sábado, 10 de febrero de 2018

LA CRISIS QUE VIENE

Con este mismo título publicó el diario "El Comercio" un artículo de este autor en septiembre del 2.007. No se trataba de una premonición, ni de una corazonada, ni soy  futurólogo ni tengo dotes de pitoniso, era algo que todo el mundo sabía, pero que muy pocos se atrevían a decir, concédame usted al menos este humilde mérito. Las hemerotecas imparten siempre justicia, sobre todo cuando se contemplan con la perspectiva que dan unos cuantos años. Conviene recordar el debate que el 21 de febrero de 2.008, ante las cámaras de televisión, tuvieron Pedro Solbes (PSOE) y Manuel Pizarro (PP), mientras Pizarro nos advirtió que se avecinaba una crisis y que había que tomar medidas de prevención, Solbes dijo todo lo contrario. Todos sabemos que aquellas elecciones generales las ganó José Luis Rodríguez Zapatero, entre otras cosas porque a la gente no le gustan los malos augurios y los pájaros de mal agüero. Los españoles continuaron endeudándose hasta las cejas y las Cajas de Ahorro siguieron con la fiesta durante unos meses. Pero, hete aquí que el 15 de septiembre de 2.008, ante el fracaso de las negociaciones para la adquisición de Lehman Brothers (la entidad financiera de la que Luis de Guindos, actual ministro de Economía del Gobierno de España y candidato a vicepresidente del Banco Central Europeo era el máximo responsable para España y Portugal) por parte del Bank of América y/o Barclays, quebró ese banco y ese fue el detonante de la explosión de la burbuja financiero-inmobiliaria y de la crisis que todavía padecemos. El apalancamiento excesivo (mucho capital-crédito y poco capital propio) un término que está empezando a sonar mucho y que, como en su día pasó con la prima de riesgo, se nos va a hacer muy familiar, no fue la causa primigenia de la crisis, pero ayudó mucho a su estallido. A aquella fiesta, como todos sabemos, se apuntaron los particulares, las empresas, en especial las relacionadas con la construcción de viviendas, y los bancos. Fueron los bancos los que más hincharon aquella burbuja y los que más se apalancaron, pidiéndose créditos unos a otros o a los bancos centrales para conceder hipotecas, a mayor interés, a los pardillos que las tendrían que pagar durante 40 años, o más. Papá Estado, como siempre, tuvo que acudir a apagar el gigantesco incendio, pero, el Estado somos nosotros y la fiesta, donde algunos se enriquecieron groseramente, nos ha costado un riñón a la mayoría. El apalancamiento cambió de protagonistas y los Estados asumieron el riesgo directamente para que el tinglado no se viniera abajo. Los bancos centrales pusieron a trabajar a todo trapo la máquina de hacer billetes al tiempo que bajaban los tipos de interés hasta llegar a la paradoja de que a las entidades financieras y a los grandes fondos de inversión les pagaban por prestarles dinero, se trataba de que lo introdujeran en el mercado para que, haciéndolo circular, lo valorizaran, porque ese dinero no tenía respaldo de valor. No solo no se había acabado con la locura sino que, además, todos, incluidos los Gobiernos, parecía que se habían vuelto completamente locos. Pero, no habían perdido el juicio completamente, para mantener una política monetaria expansiva y unos tipos de interés ridículos necesitaban mantener también a raya la inflación ¿cómo? pues bajando los salarios y el poder adquisitivo de una gran masa social, los trabajadores, los pensionistas y la pequeña y mediana burguesía. Todo para los ricos. Esas fueron las políticas desde mayo de 2.010 en España, en otros sitios habían empezado antes. Sin embargo, no habían aprendido nada, porque la causa primigenia, esta sí, del estallido de la crisis fue que los salarios habían bajado al punto de que la gente no pudo pagar sus gigantescas hipotecas; exactamente igual les pasa a los Estados cuando no recaudan lo suficiente para pagar su Deuda. El apalancamiento cabalga de nuevo pero no tanto el de las familias como el de los Estados, que nunca han estado tan endeudados. Pero ahora la inflación supera el 2% y con este condicionante seguir con una política monetaria expansiva y unos bajos tipos de interés, es decir, con más endeudamiento, sería un suicidio. Es por eso que habrá otra crisis, todavía más grande y más grave que la que estalló en el otoño de 2.008, solo falta saber cuándo empezará y cuál será su detonante, una crisis que pagaremos los de siempre. 

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