Con este mismo título publicó el diario "El Comercio" un artículo de este autor en septiembre del
2.007. No se trataba de una premonición, ni de una corazonada, ni soy futurólogo ni tengo dotes de pitoniso, era
algo que todo el mundo sabía, pero que muy pocos se atrevían a decir, concédame
usted al menos este humilde mérito. Las hemerotecas imparten siempre justicia,
sobre todo cuando se contemplan con la perspectiva que dan unos cuantos años. Conviene
recordar el debate que el 21 de febrero de 2.008, ante las cámaras de
televisión, tuvieron Pedro Solbes (PSOE) y Manuel Pizarro (PP), mientras
Pizarro nos advirtió que se avecinaba una crisis y que había que tomar medidas
de prevención, Solbes dijo todo lo contrario. Todos sabemos que aquellas
elecciones generales las ganó José Luis Rodríguez Zapatero, entre otras cosas
porque a la gente no le gustan los malos augurios y los pájaros de mal agüero.
Los españoles continuaron endeudándose hasta las cejas y las Cajas de Ahorro
siguieron con la fiesta durante unos meses. Pero, hete aquí que el 15 de
septiembre de 2.008, ante el fracaso de las negociaciones para la adquisición
de Lehman Brothers (la entidad financiera de la que Luis de Guindos, actual
ministro de Economía del Gobierno de España y candidato a vicepresidente del
Banco Central Europeo era el máximo responsable para España y Portugal) por parte
del Bank of América y/o Barclays, quebró ese banco y ese fue el detonante de la
explosión de la burbuja financiero-inmobiliaria y de la crisis que todavía padecemos.
El apalancamiento excesivo (mucho capital-crédito y poco capital propio) un
término que está empezando a sonar mucho y que, como en su día pasó con la
prima de riesgo, se nos va a hacer muy familiar, no fue la causa primigenia de
la crisis, pero ayudó mucho a su estallido. A aquella fiesta, como todos
sabemos, se apuntaron los particulares, las empresas, en especial las relacionadas
con la construcción de viviendas, y los bancos. Fueron los bancos
los que más hincharon aquella burbuja y los que más se apalancaron, pidiéndose
créditos unos a otros o a los bancos centrales para conceder hipotecas, a mayor
interés, a los pardillos que las tendrían que pagar durante 40 años, o más.
Papá Estado, como siempre, tuvo que acudir a apagar el gigantesco incendio,
pero, el Estado somos nosotros y la fiesta, donde algunos se enriquecieron
groseramente, nos ha costado un riñón a la mayoría. El apalancamiento cambió de
protagonistas y los Estados asumieron el riesgo directamente para que el
tinglado no se viniera abajo. Los bancos centrales pusieron a trabajar a todo
trapo la máquina de hacer billetes al tiempo que bajaban los tipos de interés
hasta llegar a la paradoja de que a las entidades financieras y a los grandes
fondos de inversión les pagaban por prestarles dinero, se trataba de que lo
introdujeran en el mercado para que, haciéndolo circular, lo valorizaran, porque
ese dinero no tenía respaldo de valor. No solo no se había acabado con la
locura sino que, además, todos, incluidos los Gobiernos, parecía que se habían
vuelto completamente locos. Pero, no habían perdido el juicio completamente,
para mantener una política monetaria expansiva y unos tipos de interés ridículos
necesitaban mantener también a raya la inflación ¿cómo? pues bajando los
salarios y el poder adquisitivo de una gran masa social, los trabajadores, los
pensionistas y la pequeña y mediana burguesía. Todo para los ricos. Esas fueron
las políticas desde mayo de 2.010 en España, en otros sitios habían empezado
antes. Sin embargo, no habían aprendido nada, porque la causa primigenia, esta
sí, del estallido de la crisis fue que los salarios habían bajado al punto de
que la gente no pudo pagar sus gigantescas hipotecas; exactamente igual les pasa a los Estados cuando no recaudan lo suficiente para pagar su Deuda. El apalancamiento cabalga
de nuevo pero no tanto el de las familias como el de los Estados, que nunca han
estado tan endeudados. Pero ahora la inflación supera el 2% y con este
condicionante seguir con una política monetaria expansiva y unos bajos tipos de
interés, es decir, con más endeudamiento, sería un suicidio. Es por eso que
habrá otra crisis, todavía más grande y más grave que la que estalló en el
otoño de 2.008, solo falta saber cuándo empezará y cuál será su detonante, una
crisis que pagaremos los de siempre.
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