El Gobierno municipal de Madrid que
preside la alcaldesa Manuela Carmena ha impuesto varias medidas de restricción
del tráfico rodado, para salvaguardar la salud de los madrileños, ante las
altas tasas de contaminación atmosférica que está provocando un gran anticiclón
y la falta de viento y de lluvia. Entre esas medidas está el límite de
velocidad en las vías de circunvalación a 70 km/h, el acceso a la ciudad de
automóviles con matrículas alternas, la prohibición de circular por el centro
de Madrid, etc. Eso no afecta a los vehículos con emisiones cero, a los
automóviles híbridos ni a los taxis. Al mismo tiempo, para paliar en lo posible
los efectos negativos sobre la movilidad de los ciudadanos, se ha incrementado
la frecuencia de las líneas de autobuses, metro y trenes de cercanías. La activación
de este protocolo se prolongará durante varios días, hasta que la situación meteorológica
adversa cambie.
No es la primera vez que Madrid toma
medidas contra la restricción del tráfico rodado para paliar los efectos nocivos
de la contaminación atmosférica y también lo han hecho otras ciudades en España,
como Barcelona, Valladolid y Oviedo y otras importantes de Europa, como París y
Roma, pero es necesario resaltar que eso no sucedía hasta que cambiaron los
gobiernos municipales. Aunque Pablo Iglesias y los suyos a veces pierdan el
tiempo mirándose el ombligo, o discutiendo sobre el sexo de los ángeles, es una
realidad que la aparición de esa formación política ha tenido consecuencias beneficiosas
para la ciudadanía. Ni el SMI habría subido, ni se revisarían las peores
consecuencias de la Reforma Laboral, ni los sindicatos hubieran empezado a mover
el trasero, ni el bipartidismo podrá volver a modificar la Constitución sin
referéndum nacional, ni, en fin, se hubieran tomado las medidas que estamos viendo
en algunas ciudades españolas. Tanto es así que ayer mismo (28-12-2.016) los
voceros políticos del PP y Ciudadanos en el Ayuntamiento de Madrid criticaban
la implementación de los mismos protocolos que ellos aprobaron, en concreto
cuando Ana Botella era la alcaldesa de la capital.
A la derecha le sienta muy mal
que la izquierda se llame a si misma progresista ¿cómo si no se pudiera ser
progresista y de derechas? dicen. Pues,
a los hechos me remito, va a ser que no. No es una casualidad que Donald Trump
no crea en el cambio climático, como no lo era que tampoco creyeran en eso Rajoy
y su primo y tampoco lo es que cuando todas las mediciones en Madrid sobre
contaminantes nocivos ponen los pelos como escarpias los partidos de la derecha
no quieran tomar ninguna medida al respecto. Pero, las medidas que ha tomado el
Ayuntamiento de Madrid, obviamente, no resuelven el problema, solo intentan
paliarlo. Son necesarias políticas estratégicas industriales y medioambientales
que solo puede tomar el Gobierno del Estado o los de las CC AA.
En Asturias, la región con el
aire mas contaminado de España junto con los núcleos urbanos de Madrid y Barcelona,
el problema es otro. En el Principado no son los automóviles los principales
responsables de la contaminación atmosférica, sino la actividad de industrias que
incumplen reiteradamente las normativas sobre emisiones o de cinco centrales
térmicas que queman carbón. En Asturias parece que solo Podemos tiene clara la
problemática medioambiental, porque el PSOE hace de escudero y encubridor de
los envenenadores e IU, que sí luchó como nadie contra la instalación de una
macroincineradora en Serín, defiende la quema de carbón y las centrales
electrotérmicas al mismo tiempo que pide impuestos verdes. A ver si somos un
poco serios. Ante la inacción de las autoridades los asturianos se están
movilizando y van a llevar a los responsables de poner en grave peligro su
salud ante los tribunales. La defensora del pueblo ya ha abierto un expediente
sobre la contaminación atmosférica en Avilés y los vecinos de la zona Oeste de
Gijón van a pleitear con las pruebas evidentes de las nubes contaminantes, los
depósitos de residuos que caen continuamente sobre sus cabezas o los vertidos
que, con alevosía y nocturnidad, hacen algunas industrias sobradamente
conocidas por sus fechorías. Por supuesto, hay gente que prefiere que todos
vayamos con mascarillas, como en China, y a la que no parece preocuparle lo mas
mínimo ni su salud ni la de sus hijos y sus nietos.
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