miércoles, 17 de agosto de 2011

ULTRAS

De vez en cuando son noticia los incidentes y altercados protagonizados por los que se han dado en llamar “ultras”, que en Gijón, por ejemplo, llevan el tan poco patriótico apellido de “boys”, es decir, chicos, en inglés, algo, eso sí, bastante coherente al ser seguidores de un club que se llama Sporting en vez de Deportivo o, como fue en otra época, simplemente Real Gijón.
Pero lo menos preocupante de todo esto son los inglesismos y las contradicciones en que caen los que llevan la bandera de España hasta en los calzoncillos. Lo que mas nos inquieta son los comportamientos violentos consustanciales con unos grupos donde se ha refugiado una ideología marginal que, afortunadamente, ya no pinta nada en este país.
No estamos hablando, como usted bien sabe, de un fenómeno local, ni siquiera nacional, porque trasciende el ámbito de nuestra liga. Son famosos los “hooligans” ingleses o los también “ultras” italianos, que no hay que confundir con los “tifosi”, que son todos los aficionados o seguidores de un club, es decir, los violentos del fútbol existen en casi todos los países.
Bajo la coartada del deporte, estas bandas neofascistas llevan años campando a sus anchas, bajo la protección de las autoridades y de los propios clubes, que incluso los financian y les dan todo tipo de facilidades, desde locales donde guardar sus estandartes hasta billetes para viajar en apoyo de sus equipos.
Entre sus muchas fechorías están cientos de agresiones a grupos o seguidores de otros clubes, pero también tragedias con el resultado de muchos muertos y heridos graves. Hay que recordar lo que sucedió el 29 de mayo de 1.985 en el estadio de Heysel (Bruselas, Bélgica), en un partido entre la Juventus y el Liverpool, los actos de violencia de los “hooligans” terminaron con una avalancha que provocó 39 muertos y 600 heridos. Aquí, en España, por ejemplo no podemos olvidar el asesinato del seguidor de la Real Sociedad de San Sebastián, Aitor Zabaleta, a manos del miembro del grupo “ultra” del Atlético de Madrid “Bastión”, Ricardo Guerra Cuadrado que, tras una emboscada contra los donostiarras, le asestó una puñalada en el corazón, o la muerte, el 13 de enero de 1.991, ejecutada por cinco miembros de los “boixos nois”, precisamente después de que los “pericos” jugaran un partido contra el equipo de Gijón, del aficionado del Español Fréderic Rouquier, de 20 años, también resultó gravemente herido José María Arbolés, de 16. Una expresión que suelen utilizar estas bandas es la de “vamos de cacería”, exactamente la misma que empleaban en Argentina los asesinos fascistas bajo la dictadura militar.
Se organizan en “frentes o “brigadas”, por ejemplo, usando la terminología paramilitar tan querida por los grupos ultradedechistas y es frecuente ver como enarbolan símbolos y banderas nazis.
En Gijón, dentro del grupo “ultra boys”, hasta ahora mucho menos radicalizado, había y hay gente decente a la que ni remotamente le pasaría por la cabeza cometer semejantes atrocidades y cuyo credo político no tiene nada que ver con el que profesan una minoría de descerebrados. Son esos seguidores, cuyo único interés es el deporte y su club, los que deben denunciar los últimos acontecimientos y desmarcarse de los violentos. También el propio “Sporting” y las autoridades deben actuar de forma contundente.
Los incidentes que estos impresentables han protagonizado contra los seguidores del Génova no se pueden volver a repetir.

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