lunes, 29 de agosto de 2011

LA MÁQUINA DE HACER BILLETES

Una tentación habitual en tiempos de crisis económica, cuando parece que el dinero ha desaparecido, es recurrir a la máquina de hacer billetes, si no hay dinero hagámoslo, se dicen. Tenemos muchos ejemplos históricos de órdenes políticas a los bancos centrales para que estos impriman más papel moneda del respaldado por el valor de las cosas. Cuando aparecieron los billetes su valor nominal tenía relación con las reservas de oro de los Estados o con la misma cantidad en monedas, pero hace ya mucho tiempo que el dinero que hay en circulación excede con mucho el valor de, no solo los lingotes que hay en las cámaras acorazadas, también el de las propias monedas y, lo peor, el valor de todas las cosas que pueden ser sujetas a transacción, cambio o trueque. Es decir, hoy en día, solo la confianza de los ciudadanos, que creen lo que pone un simple papel firmado, da valor al papel moneda. Pero, ¿qué ha pasado con el dinero? ¿por qué ha desaparecido?. Si antes de la primavera del 2.008, cuando estalló la crisis económica, había dinero para todo y para todos, ¿a donde ha ido a parar? Parte del dinero sigue estado ahí, pero en otras manos. El problema del endeudamiento es que no solo nos desprendemos de nuestro dinero en el presente, también en el futuro, hasta que llega un momento que ya ni siquiera lo vemos. Esto ha sucedido a los ciudadanos, a las empresas y a los Estados. Mientras que la mayoría de la gente se ha quedado al borde de la quiebra, unos pocos se han quedado con su dinero, mientras algunos Estados han tenido que ser intervenidos, otros han comprado su deuda. Otra cosa muy a tener en cuenta es la virtualidad del dinero, con la burbuja inmobiliaria, por ejemplo, se jugó mucho a eso. Los bancos daban créditos sin garantía suficiente esperando obtener pingües beneficios con tantas hipotecas concedidas, incluso, ante la vorágine de tantas operaciones de crédito y la escasez de recursos propios, pedían dinero a otros bancos, es decir, se endeudaban también esperando quedarse con una parte del dinero que les tendrían que pagar sus clientes; los ayuntamientos, las CC AA y el Estado hacían lo mismo, esperando cobrar unos impuestos ilusorios. Se vivía en un mundo económico virtual donde los políticos y los banqueros ejercían de irresponsables pitonisos. Todo se hacía a crédito esperando que el futuro sonriera, se edificaba y se gastaba con dinero virtual, que estaba por ver. Todo se vino abajo porque los usureros no tenían suficiente con tanta especulación. En efecto, mientras la inflación se mantenía en unos niveles altos, porque vivíamos en una economía recalentada, los salarios llevaban años perdiendo poder adquisitivo, porque crecían por debajo de la inflación real, hasta que llegó un momento en que los ciudadanos no ganaban suficiente para hacer frente a los créditos. Así explotaron las “hipotecas basura”, detonante de la crisis. Es decir, el problema no es solo que una gran parte del dinero ha cambiado de manos y muchos ciudadanos, muchas empresas y unos cuantos Estados ya no disponen de él, con la crisis y la pérdida de confianza en los proyectos también ha desaparecido el dinero virtual, el que, sin existir, permitía hacer muchas cosas. Pero, sería un error monumental intentar sustituir la virtualidad económica que permitía el crédito por la virtualidad del papel moneda, algo cantado si se imprimen más billetes de la cuenta. Como todo el mundo sabe, cuando se ha recurrido a la máquina de hacer billetes siempre se ha disparado la inflación, porque en la economía de mercado no se pueden limitar los precios. En Argentina, por ejemplo, cuando se hicieron esas cosas, un café llegó a costar miles de pesos. Pues bien, pese a todo, los bancos centrales ya están imprimiendo mas dinero del que deben y las primeras consecuencias ya estamos empezando a percibirlas. Sería catastrófico que desapareciera la confianza de los ciudadanos en el papel moneda, pero es muy probable que suceda.

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