domingo, 1 de agosto de 2010

SE PUEDE ROMPER LA BARAJA


Con premeditación, alevosía y con la cuasi nocturnidad de la comisión parlamentaria, donde los pastores deciden degollar a las ovejas, se ha dado por semicerrado el debate sobre la Reforma Laboral, falta el paso por el Senado y la aprobación definitiva en el pleno del Parlamento. Como habíamos advertido, la tan cacareada Reforma Laboral se resumía en el abaratamiento del despido, hasta límites que, la verdad, no pensábamos que se atrevieran. Las causas "objetivas" del despido y las indemnizaciones que prevé la nueva ley son el mayor ataque a los derechos de los trabajadores que se produce desde la Transición Democrática, aunque D. Felipe González y sus ministros derechistas también hicieron de las suyas con los llamados "contratos basura". La derecha que representa el PP, las derechas nacionalistas encarnadas en CIU y PNV y las pseudoizquierdas, es decir, PSOE, IU, BNG y ERC, están jugando una partida peligrosa, unos compitiendo para exprimir mas y mejor al proletariado y caer en gracia al Fondo Monetario Internacional, al capital, otros, hipócritas, denunciando "los brutales ataques contra los trabajadores" mientras gobiernan con los socialistas en CC AA y ayuntamientos.
Lo han hecho bien. Primero minimizaron la izquierda dando cobijo entre sus filas, en "el pesebre", a cientos de oportunistas, luego desactivaron los sindicatos corrompiéndolos y desprestigiándolos. Los trabajadores, solos ante el peligro, sin organización ni movimiento capaz de galvanizar sus iras, han sido una presa fácil. Dejemos que los sinvergüenzas compitan por ponerse esa medalla.
A la muerte del dictador, España se encontraba en una encrucijada de muy difícil salida. El Gobierno de Adolfo Suárez tenía por delante la difícil tarea de instaurar la Democracia y hacer una Constitución que pudiera ser aceptada por todos. Aunque el general Franco había dicho que "todo estaba atado y bien atado", la verdad es que todo estaba por hacer. Suárez, que era un hombre del régimen (había sido ministro Secretario General del Movimiento), con esa losa, tenía que ganarse a la izquierda y tenía que llevar adelante un trabajo que parecía imposible. D. Adolfo tomó las medidas necesarias, incluida la legalización del PCE, para hacer creíble un proceso que, con la perspectiva que dan los años transcurridos, cada vez causa mas admiración. Todos fueron generosos, unos cediendo el poder que usufructuaron durante 40 años, otros aceptando la monarquía y el libre mercado, todos, con la Ley de Amnistía, se fundieron en un abrazo simbólico que dejaba al margen odios y venganzas pendientes.
Pero parece que mucha gente ha perdido el Norte y no han calibrado suficientemente la endeblez en que se sustentan nuestras instituciones y la propia Constitución. La Carta Magna y la Democracia no sobrevivirán si no se mantiene el compromiso del acuerdo. De la misma forma que las comunidades autónomas, en las que se ha delegado una buena parte del poder, no pueden convertirse en Reinos de Taifas que hagan peligrar la estabilidad, e incluso la integridad del Estado, los poderes económicos, las derechas y el capital, no deben poner a los trabajadores entre la espada del paro y la pared de salarios de miseria y pérdida generalizada de derechos, serían unos insensatos si se pasaran en las vueltas de tuerca, salvo que asuman el riesgo de que se rompa la baraja, que se derrumbe el castillo de naipes tan frágil e inestable del compromiso histórico que fraguó en la Constitución de 1.978, y juguemos de otra forma, a cara de perro. Sería un grave error.

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