Si hay un asunto donde la inmensa
mayoría de los ciudadanos, independientemente de nuestra ideología, pensamos
igual, que nos están tomando el pelo y que lo llevan haciendo desde hace mucho
tiempo, es el precio de la electricidad en España. Nuestro país ya era, junto
con Chipre, el Estado de la UE donde la electricidad se pagaba mas cara, pero
ahora, con la nueva subida del 10% que nos acaba de anunciar el ministro de
Energía, Álvaro Nadal, seremos los líderes indiscutibles, aunque los salarios
en España nada tienen que ver con los de Francia, por ejemplo, donde la
electricidad, que se produce casi toda en centrales nucleares, cuesta la mitad
que en España. Estamos hablando de un asunto vital, porque ya son muchas
familias las que no pueden hacer frente al pago del recibo de la luz y muchos
los hogares donde no se puede encender la calefacción, hogares con ancianos y
niños. Eso sin contar la pérdida de competitividad de las empresas, que tienen
que hacer frente a un gasto fijo desproporcionado. La factura eléctrica en España
ha subido nada menos que un 80% desde el inicio de la crisis.
Coincide casualmente en el tiempo
el anuncio del próximo “tarifazo eléctrico”, el enésimo, con el del cierre de
las primeras centrales electrotérmicas que funcionan con carbón y con las
manifestaciones de algunos, especialmente en Asturias, de que el cierre de
estas centrales encarecería el recibo de la luz a los consumidores. Pero, no se
ha cerrado hasta ahora ninguna central eléctrica de carbón y la energía
eléctrica no ha parado de subir. La verdad
es bien distinta:
La factura de la luz que
recibimos en nuestros hogares ya no desglosa las partidas a donde va a parar el
dinero que pagamos, sería demasiado escandaloso ver esas cosas, y para que no
tenga que hacer usted un exhaustivo trabajo de investigación lo voy a describir
a grandes rasgos. En primer lugar debemos tener en cuenta que hay dos mercados
eléctricos, el libre y el regulado y usted, incluso sin tener mucha conciencia
de ello, puede estar en uno o en otro. También es importante saber que una cosa
es la empresa distribuidora de la energía y otra muy distinta la
comercializadora, que pueden coincidir, o no. Ya tenemos un intermediario,
fácilmente suprimible, que obtiene dividendos a nuestra costa. ¡Ojo! porque hay
mucho fraude de empresas que le pueden facturar energía que usted no ha
consumido. Hay un coste fijo por disponer de electricidad, que se paga por KW
de potencia contratada (importante no contratar mas potencia de la necesaria) y
un coste de la electricidad consumida, ambos pueden variar según la tarifa que
tengamos contratada. A estos costes hay que añadir alquiler de contador y otras
pequeñas partidas de las que es conveniente estar bien informado para evitar
abusos y comparar. Por último están los impuestos, que esa es la madre del
cordero. Al tipo de IVA máximo del 21%, por mucho que la electricidad sea un
recurso básico, hay que añadir el impuesto eléctrico, otro 5,1127%. Pues bien,
una buena parte del dinero de esos impuestos no va a las arcas del Estado sino
a pagar ayudas al carbón, mas de 28.000 millones desde 1.989, según el
Ministerio de Energía (prejubilaciones, fondos de reactivación de las cuencas,
ayudas a la producción del carbón nacional y dinero que se paga directamente a
las centrales térmicas para impulsar su renovación medioambiental, esta última
partida, en concreto 440 millones de euros, está siendo investigada por la
Comisión Europea). Llegados a este punto se habrá dado usted cuenta de que eso
de que la energía eléctrica producida por carbón es más barata es una patraña. También
llevamos pagando decenas de años la moratoria nuclear que decretó el Gobierno
de Felipe González y el llamado déficit de tarifa, asunto igualmente
escandaloso del que se podría escribir un grueso libro. Los que privatizaron
las empresas eléctricas y nos dijeron que con ello habría más competencia y
bajaría el recibo de la luz fueron los mismos que luego, con las “puertas
giratorias” se emplearon, con salarios estratosféricos, en las empresas que desnacionalizaron y son los mismos que nos siguen mintiendo.
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