sábado, 23 de diciembre de 2017

CATALUÑA ¿Y AHORA QUÉ?

Salvo el corrimiento del voto entre las formaciones políticas, las elecciones catalanas no han servido para casi nada, porque la correlación de fuerzas entre independentistas e unionistas sigue siendo casi la misma y porque los únicos que pueden formar Gobierno son los mismos que estaban gobernando. Eso sí, han servido para que los estados mayores de algunos partidos, en particular del PP y de Podemos, pero también del PSOE, caigan del guindo y se den cuenta de que han hecho las cosas mal. La única fuerza no independentista que crece exponencialmente es Ciudadanos, los socialistas solo suben un diputado y los demás se derrumban, y el partido de Albert Rivera e Inés Arrimadas lo hace no por sus propuestas sociales y políticas, que no votarían los que ahora les votaron, sino porque desde hace tiempo se ha erigido en el mascarón de proa contra los independentistas, sin complejos y sin tibiezas ¿O no ha sido Ciudadanos la única formación política que, desde hace muchos meses, pedía la aplicación del artículo 155 de la Constitución en Cataluña mientras Rajoy mareaba la perdiz, otros se la cogían con papel de fumar y algunos hacían de tontos útiles de los secesionistas?
Que los independentistas catalanes hayan logrado, en conjunto, volver a ganar las elecciones se debe fundamentalmente a su intensa campaña propagandística, que ha construido un relato victimista que nada tiene que ver con la realidad pero que ha servido para mantener el voto de sus huestes e incluso para una proyección internacional que les ha venido muy bien, aunque ningún país ha reconocido la república catalana, eso sí. Esta campaña propagandística ha logrado que la mayor parte de los catalanes residentes en el extranjero, 224.000, que esta vez votaron en masa, les hayan dado su apoyo y este discurso apelando al corazón, en realidad a las vísceras, también ha logrado el voto masivo de las gentes más retrógradas que en Cataluña, como en todas partes (siento herir sensibilidades) están en las zonas rurales. Por eso Puigdemont venció en las provincias de Gerona y Lérida y Arrimadas en Barcelona y Tarragona, fundamentalmente en los núcleos urbanos y en los cinturones industriales. Mientras que los independentistas han demostrado que son muy buenos con la propaganda, unos auténticos profesionales, otros han sido un auténtico desastre, en particular el Gobierno de España. Rajoy no solo ha ido siempre a remolque de los acontecimientos, ha sido incapaz no solo de construir un discurso contundente y demoledor, como ha hecho Ciudadanos, también de desmontar las mentiras de los golpistas. Rajoy, al contrario que hizo JFK con Nixon, no ha sido capaz de preguntar a los catalanes si comprarían un coche de segunda mano a Puigdemont y sus secuaces, seguramente porque no tiene autoridad moral para hacerlo.
Los que luchan por la unidad de Estado tienen argumentos suficientemente contundentes para ganar la opinión pública, que es lo que verdaderamente da el poder. Los independentistas solo tienen el 47% de los votos, y esto es así desde hace bastante tiempo, con esos mimbres no pueden pedir ni declarar otra vez la independencia y ninguna de sus formaciones políticas ha ganado las elecciones, las ha ganado Inés Arrimadas. Los unionistas deberían esgrimir estas evidentes fortalezas al margen de sus diferencias políticas.

Salvo que se pretenda hacer Cataluña ingobernable y abocar a esa comunidad autónoma y a España entera al desastre, yo solo veo una salida: un acuerdo, tácito o explícito, que se puede lograr entre bambalinas, para que los independentistas se olviden, sine díe, de su aventura secesionista y a cambio un indulto del Gobierno de España una vez que haya sentencias. Puigdemont volvería a ser presidente, los presos regresarían a casa y todos, entre vómitos, volveríamos a la asquerosa, pero tranquila, cotidianidad. 

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