Los resultados globales de las
elecciones catalanas no han deparado sorpresas, independentistas y unionistas
siguen divididos casi al 50% y esa empieza a ser una foto fija de la sociedad
catalana de los últimos tiempos. Aunque los independentistas han ganado en
escaños, han perdido en votos, exactamente igual que sucedió en las anteriores
elecciones autonómicas catalanas. Quiere esto decir que si hubiera habido un
referéndum legal, pactado y con todas las garantías, algo que no es posible con
la actual Constitución, los secesionistas lo hubieran perdido. Está clarísimo
que con estos mimbres el procés debe darse por muerto y enterrado, al menos de
momento, porque la correlación de fuerzas, y de votos, no permite la
independencia.
No le demos vueltas, no hay combinación
posible que permita formar Gobierno que no sea la suma de partidos independentistas y serán exactamente
los mismos que estuvieron gobernando la pasada legislatura los que tengan otra
vez en sus manos la Generalitat, eso sí, con dos diputados menos, porque antes
Junts per Sí más la CUP tenían 72 diputados y ahora JuntsXCat, ERC y la CUP
suman 70. La mayoría absoluta son 68. No se puede decir que los
independentistas hayan cosechado un éxito después de la aplicación del artículo
155, porque han perdido votos y escaños.
Pero, hay que hacer otros
análisis de lo que ha pasado el 21D. Si es una sorpresa que el partido de
Puigdemont, heredero de una CIU dinamitada y minimizada, haya sido la fuerza
independentista más votada, lo mismo cabría decir del magnífico resultado
obtenido por Ciudadanos. El partido de Inés Arrimadas y Albert Rivera no solo ha
ganado las elecciones y ha obtenido nada menos que 37 diputados y el 25.35% de
los votos, ha robado la cartera a todos los no independentistas. Nadie, ni
ellos mismos, esperaban unos resultados tan contundentes. A mí modo de ver se
están haciendo lecturas equivocadas del corrimiento del voto entre las
formaciones. Algunos analistas dicen que los de la antigua Unió han votado
ahora mayoritariamente a Ciudadanos y que por eso el partido de Arrimadas ha
subido tanto, pero yo creo que esos votantes se han ido al PSC y son los
votantes socialistas, y hasta muchos de Los Comunes, los que se han ido a
Ciudadanos. Algunas formaciones políticas y supuestos expertos electorales no
han entendido que en estas elecciones no se votaba en clave izquierda-derecha
sino en clave independencia sí o no. Ya en los pasados comicios autonómicos
catalanes se había observado un fuerte corrimiento hacia el naranja del
espectro político no independentista y el llamado “cinturón rojo” de Barcelona
había dado muchos votos a Ciudadanos, hasta convertirlo en el primer partido de
la oposición en Cataluña. No es que los trabajadores catalanes se hayan vuelta
ahora de derechas es que, ya lo he dicho, en Cataluña se vota ahora en otra
clave. Los que se fueron a vivir más allá de Orión (Los Comunes) ven ahora el
resultado de su ceguera y después de ganar las dos últimas elecciones generales
en Cataluña pierden tres escaños en las autonómicas y se quedan con solo ocho. Los
socialistas capean el temporal y ganan un diputado. No es, ni mucho menos, un
buen resultado, pero después de las últimas bobadas de Iceta, como pedir
indultos, podría haber sido peor. Los anarquistas de la CUP y el PP sufren una
auténtica debacle perdiendo seis y ocho escaños respectivamente (se quedan con
cuatro y tres). La ambigüedad ha sido castigada y la firmeza premiada y eso
necesariamente va a tener repercusiones en el resto de España. Ciudadanos se
vislumbra como el relevo que la derecha corrupta del PP necesita y la izquierda
sigue su travesía del desierto, perdido el Norte, las ideas y la perspectiva de
la realidad. Cuando se trata de la unidad de España, bromas, las justas.
Puigdemont y Arrimadas, enfrentados a cara de perro pero al alimón, han dado el
sorpasso.
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