Ya quedan pocos días para las
elecciones autonómicas del 21D, una elecciones atípicas, pues no hemos asistido
a ningunas otras en España en una situación política semejante, porque el
desenlace del intento de golpe de Estado del 23F (no confundir la “tejerada”
con el verdadero golpe de Estado de 1.981, el que triunfó unas semanas antes,
con la dimisión del presidente Adolfo Suárez) no fueron unas elecciones
inmediatas, sino la investidura por el Congreso de los Diputados de un nuevo
presidente del Gobierno en la figura de Leopoldo Calvo-Sotelo. El golpe de
Estado contra Súarez no iba dirigido contra el Estado, sino contra la
democracia, y el golpe de Estado de los independentistas catalanes iba dirigido
contra ambas cosas, pues querían cargarse a España en base a un referéndum que
tenía lo mismo de democrático que yo de marciano. Pues bien, es en esta
coyuntura política contaminada por el mayor ataque que ha sufrido nuestro país
desde la Guerra de la Independencia contra los franceses en la que se ha desarrollado
esta campaña electoral y si ya en las campañas normales hemos visto como se
hacen y dicen muchas tonterías, en esta los triples saltos mortales con
tirabuzón y las piruetas dialécticas se mezclan con el travestismo político, la
pérdida del Norte y la falta de perspectiva sobre lo que habrá que hacer el día 22. La mierda la invade
todo en Cataluña y la campaña electoral no iba a ser menos. Yo no recuerdo
ninguna campaña electoral en España, y las ha habido rastreras, donde se
sacaran a relucir como argumentos la condición sexual de los candidatos y la
dilatación de sus esfínteres o que el Gobierno quería llenar las calles de
sangre y de muertos. Antes de empezar la campaña ya manifesté que el día 21D no
se iba a votar con la cabeza ni con el corazón, sino con las vísceras, y que
los argumentos cabales no tenían mucho sentido para atraer el voto, porque en Cataluña
mucha gente ha perdido completamente el juicio y le importa más la identidad
política o las locas aventuras que los problemas reales y cotidianos a los que
se enfrentan todos los días, como el paro, el deterioro sanitario, la carestía
de la vivienda y de la luz, etc, y que solo la formación política que fuera
capaz de hacer ver a los ciudadanos que están bailando al borde mismo del
precipicio, de meterles miedo, se llevaría el gato al agua. El problema es que
solo un partido político está haciendo eso, el PP, y es la formación política
que va a pintar menos para formar Gobierno tras la noche del 21D. Inés
Arrimadas está más preocupada por ser la próxima presidenta que por ponerse
encima de una silla y echar un vistazo de 360 grados sobre lo que tiene a su
alrededor y Miquel Iceta, que empezó bien atrayéndose a una parte de los
nacionalistas de Unió, ahora hace propuestas sin sentido, como el indulto
para los que todavía no han sido juzgados, que le pueden dar un puñado de votos
por un lado y hacer perder al PSC un montón de sufragios por el otro. Lo
importante de una campaña electoral, además de defender unas propuestas breves,
claras y contundentes, es mantener la línea. La perseverancia en lo que uno
cree, aunque en la inmediatez no venda, es lo que de verdad da el poder. Los Comunes,
la franquicia catalana de Unidos Podemos, ha desempeñado un papel ambiguo en
todo lo que ha pasado en Cataluña en los últimos meses, defendiendo la unidad
del Estado pero al mismo tiempo pidiendo un referéndum pactado y coqueteando
con los independentistas en algunas cuestiones y manifestaciones, un error, a
mi modo de ver, que no les va a dar votos en Cataluña (donde ganaron las dos
anteriores elecciones generales) y que se los va a quitar en el resto de
España. Pero, hay que reconocer que su candidato, Xabier Doménech, es el que
suscita menos fobias y el único que está hablando de los problemas de la gente.
Es un vacuo ejercicio hacer cábalas antes de saber los resultados electorales y
todavía no hemos visto la última actuación de Puigdemont para arrastrar a los
fanáticos al precipicio, pero yo no descarto que Doménech, aún con pocos
escaños, pudiera ser el próximo presidente de la Generalitat, porque podría ser
aceptado por ERC y el PSC. Es decir, la vuelta al Tripartito como mal menor.
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