lunes, 27 de diciembre de 2010

EL REY TAMBIÉN SE EQUIVOCA


Como es habitual en Nochebuena, hemos escuchado el discurso que S M el Rey dirige todos los años a los españoles. Como en otras ocasiones, el monarca hizo un breve recorrido por los problemas que nos aquejan y, de alguna manera, intentó darnos ánimos. Otra vez pudimos constatar que el director del evento sigue empeñado en los cambios de cámara que obligan a D. Juan Carlos a girar la cabeza a uno y otro lado en actitud ridícula, pero eso, naturalmente, fue lo menos importante. Lo trascendente del discurso real fue el reconocimiento regio de que España necesita una transformación importante de sus estructuras y su apoyo a las reformas que se están tomando para intentan salir de la crisis. No vamos a analizar aquí si los discursos reales deben pasar de puntillas sobre los problemas políticos o si el Rey es totalmente responsable de lo que escriben otros. Lo que tenemos muy claro es que el Jefe del Estado no debe, en sus discursos, hacer manifestaciones que enfrenten a la institución monárquica con una gran parte del pueblo al que representa. Ese error se cometió cuando el referéndum sobre la OTAN y se ha vuelto a cometer ahora, este 24 de Diciembre.
Las declaraciones de D. Juan Carlos, por su carácter solemne y por ser la máxima autoridad del Estado, deben ser especialmente ponderadas. En esta ocasión, el Rey se ha apuntado imprudentemente a las medidas que se están tomando, básicamente contra los trabajadores, pensionistas y parados. Como no hay ninguna garantía de que las recetas neoliberales sean la solución a la crisis que el propio capital ha generado, antes al contrario, la pérdida de poder adquisitivo de un gran parte de la ciudadanía agravará los problemas, participar de ellas es demasiado arriesgado, más si uno es el Jefe del Estado, si se es el Rey en un país donde la monarquía está cogida con alfileres.
“Garantizar la convivencia democrática dentro de la Constitución y de las leyes conforme a un orden económico y social justo”, está en el preámbulo de nuestra Carta Magna y no debe ser tomado a la ligera, por eso las medidas que pueda adoptar el Gobierno no deben cuestionar los pilares sobre los que hemos edificado el “Estado social y democrático de Derecho”, menos aún puede la Corona soslayarlos.
Es un error sacrificarlo todo en el altar de la crisis económica, incluso la Constitución y los fundamentos democráticos y de compromiso histórico sobre los que se asienta. Si abrimos la caja de Pandora, si todo vale para sanear las cuentas bajo el dictado de los mercados, incluso la propia monarquía puede ser cuestionada.
El Rey se ha equivocado.

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