Hoy voy a hablar sobre los
videntes, no sobre los que solo tienen dos dientes, sino sobre los adivinos y
pitonisas, llámense en masculino o en femenino. En primer lugar hay que distinguir
entre futurólogos y videntes. La futurología es una ciencia no exacta que se
estudia en algunos países y que resulta muy útil para hacer previsiones teniendo
en cuenta datos actuales y haciendo una proyección de ellos hacia el futuro.
Por ejemplo, es futurología vaticinar que si seguimos contaminando y explotando
el planeta Tierra como estamos haciendo actualmente lo más probable es que nos
vayamos todos al cuerno, o que si un partido político la está cagando, no hace
autocrítica, se empecina en el error y no rectifica, lo más probable es que en
las próximas confrontaciones electorales sufra un fuerte retroceso. Naturalmente,
hay previsiones mucho más sutiles y elaboradas en muchos campos, pero yo no soy
futurólogo y no estoy cualificado para entrar al detalle. Los videntes son otra
cosa, son embaucadores y estafadores, aunque gocen de impunidad total para sus
actividades, incluso en la mayoría de ocasiones para no pagar impuestos sobre
sus ingresos. En fin, es una “profesión” que desde hace siglos goza de patente
de corso, porque hubo y hay políticos que se ponen en sus manos o que piensan que
hacen una labor social mientras engañan a la gente. Por supuesto que los
videntes ni adivinan el futuro ni adivinan cosas del pasado que no sean de
conocimiento público. Si realmente adivinaran algo ganarían todas las semanas
la Bonoloto y todos los días el cupón de la ONCE, pero tienen que poner un
consultorio para sacar los cuartos a los ingenuos y anunciar por la televisión
su “gabinete”, no para ayudar precisamente a la gente, sino para todo lo
contrario.
TVE ha vuelto a poner en antena
el que en su día fue programa de éxito y que presentaba Paco Lobatón ¿Quién
sabe dónde? ahora bajo su dirección y con el nombre de “Desaparecidos”.
Lobatón, que en este asunto tiene una larga experiencia, advertía al telespectador
que fueron muchos los videntes que llamaron a lo largo de la historia del
programa, pero que no acertaron nunca ni adivinaron jamás donde estaba la
persona que se buscaba ¿Quiere esto decir que los videntes no aciertan nunca? por
supuesto que no, a veces aciertan, por probabilidad o por casualidad, como el
famoso burro de la fábula cuando hizo sonar la flauta y exclamó ¡qué bien se
tocar! lo mismo que acertaríamos cualquiera de nosotros. Eso sí, para engañar
también hay que tener habilidades y práctica, como muchos de ellos las tienen.
Lo que clama al cielo es que estos sinvergüenzas quieran obtener dinero o unos
minutos de gloria a costa del dolor de los familiares de algún desaparecido.
Uno de los casos más sangrantes fue cuando, el 13 de octubre de 1.972, el vuelo
571 de un avión de la Fuerza Aérea Uruguaya, que llevaba a bordo un equipo de
rugby, se estrelló en la cordillera de los Andes (hay dos libros y una película sobre
este accidente y lo que sucedió después) Los padres de los desaparecidos,
desesperados porque no se encontraban los restos del aparato, acudieron a
videntes que se habían ofrecido para ayudarlos, cobrando, naturalmente, fuertes
sumas de dinero, alguno incluso de Europa. Los videntes no solo no acertaron
con el lugar del siniestro, hicieron perder días preciosos a las
fuerzas de localización y rescate.
El único estudio serio que se ha
hecho sobre las artes adivinatorias lo realizo la marina de los EE UU en los
años 70 del siglo pasado. La NAVY tenía un gran problema, localizar a los
submarinos estratégicos soviéticos cargados con misiles nucleares. Se entrevistaron
y se hicieron pruebas de todo tipo a más de 2.000 videntes y solo se
seleccionaron a dos, un hombre y una mujer, que, increíblemente, las habían superado
todas. Al final solo quedó una mujer, a la que presentaban cuadrantes de los
océanos y una foto del capitán del submarino soviético y tenía que decir donde
estaba la nave. Acertaba una vez de cada 16 (verificado por la NAVY) pero la probabilidad era de una
entre miles. Finalmente la NAVY abandonó el programa y hoy solo fía la detección
de submarinos a instrumentos convencionales. Por cierto, en Moscú hay un potente
Instituto de Parapsicología entre cuyas actividades hay cosas difíciles de
creer. Eso para otra entrega.
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