lunes, 5 de marzo de 2018

FASCISTAS AL PODER


 Como habíamos previsto, la coalición de partidos de derechas, entre los que se incluye la neofascista Liga Norte, ha sido la que ha ganado las elecciones en Italia, aunque, en solitario, han sido los populistas del Movimiento Cinco Estrellas los más votados. El Partido Democrático, heredero de una izquierda que se ha ido descafeinando progresivamente hasta no reconocerse ni ella misma, ha sido laminado y pasa, de estar en el Gobierno, a ser la tercera fuerza política del país. La inestabilidad está servida, como siempre en Italia, allí ya están acostumbrados, porque nadie va a tener mayoría suficiente para gobernar. El Movimiento Cinco Estrellas se presentó a las elecciones diciendo que no pactaría con nadie y eso va a hacer muy difícil un posible pacto entre la formación del excómico, Beppe Grillo y el Partido Democrático de Matteo Renzi y del actual primer ministro en funciones, Paolo Gentiloni, precisamente porque muchos italianos que no han votado a las derechas o a los neofascistas han votado a los populistas del Movimiento Cinco Estrellas hartos con la pseudoizquierda hasta ahora en el Gobierno. Así que yo no descarto un Gobierno en minoría de la coalición derechista que vaya preparando unas próximas elecciones (Italia siempre está en campaña electoral) salvo que “por el bien del país” el Movimiento Cinco Estrellas diga ahora digo donde antes dijo Diego y forme Gobierno con el Partido Democrático. En la política italiana hasta las cosas más descabelladas son posibles y un Gobierno entre demócratas y populistas ni de lejos sería lo más extraño.
Tres son las conclusiones más importantes que se deberían extraer de  lo que ha pasado: la primera, que la izquierda, como está pasando en casi toda Europa, cada vez tiene menos fuerza, no por culpa de otras formaciones políticas, sino por sus propios errores. La segunda, que si bien la coalición de derechas ha ganado en votos y escaños, son los neofascistas de la Liga Norte, los verdaderos vencedores en ese aquelarre, pues han pasado por encima al partido Forza Italia de Silvio Berlusconi, es decir, Italia podría tener un primer ministro neofascista (eso podría servir de coartada para el cambio de opinión del Movimiento Cinco Estrellas de cara a formar Gobierno). La tercera, que hay una razón determinante para que haya sucedido esto, la inmigración masiva que ha padecido Italia, la misma razón fundamental del Brexit, del triunfo de Trump, de lo que ha pasado en Austria, en Hungría, en Bulgaria, en Holanda, en Suecia, en Alemania, etc. El problema de la inmigración preocupa mucho a la gente en Europa y mientras la izquierda dice que lo que hay que hacer es abrir las fronteras y que vengan todos los que quieran, las formaciones fascistas, inteligentemente, han arrimado esta ascua a su sardina. La ceguera de la izquierda para dar solución a los problemas reales de la gente está alimentando un monstruo. Mientras los ciudadanos ven peligrar los servicios sociales básicos que se consiguieron tras la lucha de generaciones, ven como sus Gobiernos se han convertido en ONGs que proporcionan unos ingentes recursos a los que huyen de los regímenes que han propiciado las guerras que los mismos que ahora están tan compungidos apoyaron. El Ejemplo de la Guerra de Libia y de las consecuencias que eso ha tenido y está teniendo para Italia es paradigmático. La izquierda puede hacer dos cosas, seguir en el Limbo, con sus bobadas y sus contradicciones, hasta quedar reducida a la mínima expresión, o aterrizar y dar soluciones a lo que demandan los ciudadanos. En Italia apareció el fascismo en los años veinte del siglo pasado, un fascismo que luego se extendería por Europa, primero desapareció (y la desaparecieron) la izquierda y luego la democracia. El terrible final de aquella película lo conocemos todos.

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