Hay asuntos en los que nadie
quiere entrar, porque seguro que sales malparado, pero si, además de que ya
eras un tipo que no escribía para caer bien, ni para agradar, encima te has
propuesto para este año no ser políticamente correcto, pues te atreves con
todo, eso sí, con el casco puesto.
Se ha extendido el discurso entre
la opinión pública que las subidas de salarios o de pensiones siempre deben ser
mayores para los que menos ganan. Esto suena bien, muy bien, pero ¿es justo?
Las diferencias salariales en las empresas entre las categorías inferiores y
los cuadros intermedios se han reducido drásticamente en los últimos años en
España, otra cosa son los altos directivos, que suelen tener salarios
estratosféricos. Hasta tal punto es así que a muchos trabajadores ya no les
interesa ascender, tener que hacer más horas y tener mucha más responsabilidad,
si luego la diferencia salarial no compensa el esfuerzo. Esto, no hace falta
ser un lumbreras para darse cuenta, es un gravísimo problema para las empresas
y para toda la cadena productiva, no solo por la dificultad para poder tener
jefes y responsables, también porque los trabajadores no se esmeran en su
trabajo para sobresalir y ascender de categoría. Pero, esta paradoja tiene
muchas otras consecuencias indeseadas. Cuando un ingeniero no gana mucho más
que un oficial o que un peón la perspectiva de los jóvenes estudiantes sobre su
futuro cambia radicalmente ¿para qué me voy a esforzar durante largos años de
estudio si no voy a ser recompensado por ello? se plantean. Fueron muchos los
españoles que mientras otros se iban de copas o al fútbol se quedaban en casa
estudiando, o iban a estudiar después de salir de una agotadora jornada de
trabajo, o se quedaban hasta altas horas de la madrugada en su mesa rodeados de
libros y/o de instrumentos de dibujo técnico, mientras otros veían la
televisión o estaban de fiesta. Querían conseguir un futuro mejor para ellos y
su familia y lograr un título que les permitiera obtener un salario más elevado
que el que tendrían los que no se esforzaban tanto. Eso se ha puesto, lo han
puesto, dramáticamente en cuestión.
En pleno debate sobre las
pensiones, se habla mucho sobre que las subidas deben ser mayores para las
pensiones más bajas, en realidad eso ya se viene haciendo desde hace tiempo,
pero, si por un lado es entendible que muchas personas no pueden hacer frente a
los gastos más básicos con pensiones de poco más de 600 euros, eso no debe ir
en detrimento de los que tienen pensiones más altas, no por guapos, sino porque
han cotizado más. La obligada solidaridad ya la han hecho durante toda su vida
laboral los que tenían salarios más altos, quizá porque se esforzaron más. Tengo
delante dos nóminas y los números cantan: Una de ellas es muy baja, porque no es
a tiempo completo, en ella el total de devengos computables es de 496,36 euros
y cotiza a la Seguridad Social 30,68 euros. La otra,
de un cuadro intermedio de una empresa a tiempo completo, tiene un total de
devengos computables de 2.883, 35 euros y cotiza a la Seguridad Social 169,48
euros. La primera nómina no tiene retenciones de IRPF, pero la segunda paga el
21,7%, nada menos que 624,25 euros. La primera nómina se queda finalmente en
422,83 euros, pero la segunda en 1.991,28 euros. Está clarísimo quienes son los
que más soportan las cargas fiscales y las cotizaciones a la Seguridad Social,
no los ricos, sino los trabajadores que más se han esforzado o que tienen
mayores responsabilidades en las empresas. A esas personas son a las que se ha
exprimido y se exprime como limones para pagar pensiones de gente que no ha
dado palo al agua en su vida o que no han cotizado porque no les ha dado la
gana y son los que soportan una carga impositiva brutal. Eso sin contar con que
las cotizaciones de las empresas a la Seguridad Social por sus trabajadores
también van en función de los salarios. La paradoja llega hasta el punto de que
a algunos trabajadores cuando les suben el sueldo les baja el salario neto,
porque suben un tramo en los descuentos por IRPF ¿Esforzarse, para qué? se
dicen.
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