El presidente de Rusia, Vladimir
Putin, ha comparecido hace unos días en su tradicional discurso anual donde
analizó los problemas de Rusia y del mundo y qué se está haciendo desde su
Gobierno para acometerlos. Lo que más ha llamado la atención, y lo único que se
ha visto de ese discurso en los medios de información occidentales, han sido
las armas, nuevas por principio, que el presidente ruso describió, vídeos
incluidos, ante la audiencia. Como todos los expertos en armamento conocen,
Rusia lleva tiempo desarrollando armas que le permitan mantener la disuasión
estratégica y, con un Presupuesto de Defensa muy inferior al de los EE UU,
seguir siendo una gran potencia militar. El despliegue del sistema antimisiles
de los EE UU, que, como ya reconocen, no estaba destinado a interceptar misiles
de Corea del Norte ni de Irán, sino de Rusia y China ha provocado una respuesta de las otras partes que supone una peligrosa
escalada en la carrera de armamentos nucleares y de sus vectores, sobre todo
los estratégicos. La respuesta de China, que tecnológicamente no está a la altura
de Rusia en el campo militar, ha sido multiplicar su cohetería estratégica,
fiando a la cantidad de misiles las posibilidades de impactar en el blanco,
pero Rusia ha desarrollado misiles, tanto ICBM (misiles estratégicos con
base en tierra) como SLBM (misiles estratégicos que portan los submarinos) muy
sofisticados, con trayectorias aleatorias y contramedidas electrónicas, como
el “Satán II” y el “Bulavá” R-30, capaces de burlar, eso se dice, cualquier
tipo de escudo antimisiles. Putin ha presentado ahora una nueva familia de
misiles de crucero, que pueden portar cargas convencionales o nucleares, también
muy difíciles de interceptar y con un alcance hasta 10 veces superior a los que
posee EE UU, el “Tomahawk”, o Israel, el “Popeye turbo”. Pero, donde Rusia ha
puesto el acento de su esfuerzo armamentístico es en las áreas donde es más
fuerte, tanto en dispositivos instalados en órbita terrestre (Rusia es el único
país del mundo que puede realizar varios lanzamientos de cohetes al Espacio
exterior en solo pocos días) como en misiles hipersónicos y torpedos de largo
alcance y supercavitación. El presidente ruso presentó ante los medios un nuevo
misil hipersónico (viaja a diez veces la velocidad del sonido) que porta 15
ojivas nucleares de reentrada independiente, también hipersónicas, y que tiene
un alcance tan grande que puede viajar desde Rusia a la Antártida, bordearla y
atacar 15 ciudades de EE EE desde el Sur en solo 20 minutos. Los torpedos de
supercavitación que, de momento, solo
posee Rusia (es probable que haya vendido algunos a China) tienen
características secretas, pero se habla de que pueden alcanzar cientos de kilómetros,
quizá hasta miles, a velocidades de más de 400 Km/h, y portar una cabeza nuclear
táctica que puede echar a pique un portaaviones y todo su grupo de apoyo. Uno
de estos torpedos se estaba probando cuando ocurrió el accidente del “Kursk”,
pruebas a las que asistieron altos militares chinos. Putin también presentó
nuevos submarinos nucleares completamente robotizados, sin tripulación, capaces
de viajar más rápido que ningún buque actual y sumergirse a grandes
profundidades, diseñados para atacar blancos en tierra o formaciones navales
con misiles de crucero o torpedos de supercavitación, con cabezas nucleares o
convencionales, que pueden permanecer en servicio indefinidamente.
Todo lo que estamos viendo no
solo pone de manifiesto la inutilidad de la Iniciativa de Defensa Estratégica
de los EE UU y sus aliados de la OTAN y de lo absurdo de los billonarios gastos
de su desarrollo, también, como Rusia advirtió en su día, que eso provocaría
una nueva carrera de armamentos muy peligrosa. En efecto, las nuevas armas son
tan rápidas y tan devastadoras que un fallo o un error fatal no dejan casi
tiempo para analizar la amenaza y multiplican la probabilidad de un Holocausto
nuclear. Si a esto añadimos que EE UU y Rusia también tienen sistemas de inteligencia
artificial que darían las órdenes para el lanzamiento de misiles aun cuando los
Gobiernos y los centros de mando hubieran sido aniquilados, es para echarse a
temblar.
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