Tras el asesinato en Almería del
niño Gabriel por la novia de su padre, otros dos asuntos han indignado a la
gente cabal estos días en Asturias: uno ha sido la ocupación del piso de un
camionero en Siero y otro los graves altercados que se han producido en Madrid
a raíz de la muerte por un infarto de un inmigrante indocumentado. Muchas de
las cosas que están pasando en nuestro país me han hecho recordar una magnífica
película española dirigida por Pedro Luis Ramírez e interpretada por José Luis
Ozores, Pepe Isbert y Antonio Ozores, “Los ladrones somos gente honrada”
(estrenada en Madrid el 3 de septiembre de 1.956) la diferencia es que ahora no
estamos hablando de una comedia cinematográfica, sino de la vida misma. Aquel
genial filme no habría podido ser rodado en ningún otro país del mundo que no
fuera este, como en ningún otro país del mundo se toleran los “señores okupas”
y los “trabajadores manteros” y mucho menos que los que cometen delitos agredan
impunemente a la Policía.
El asunto de los okupas viene de
atrás, cuando grupos de jóvenes empezaron a ocupar locales vacíos bajo la
coartada de establecer en ellos espacios culturales o solidarios, cuando en
realidad casi siempre se utilizaban para el tráfico y consumo de drogas. Pero,
aquello molaba, y molaba más todavía que, en plena crisis, los que no podía
hacer frente a las estratosféricas hipotecas que habían contraído y los
pertenecientes a una conocida etnia, que se subieron también al carro, ocuparan
pisos vacíos, de particulares o de los bancos, muchas veces destrozándolos y
vendiendo hasta los grifos. Pero, cuando ya se empiezan a ocupar viviendas
donde residen trabajadores o pensionistas que, por alguna razón, han estado
unos días fuera de casa, y tienen que seguir pagando la hipoteca, el agua y la
luz e ir a vivir debajo de un puente mientras otros disfrutan de su casa, la
cosa ya no mola tanto y la indignación de la gente crece. Cuando alimentas
monstruos siempre te acaban pasando estas cosas.
Los graves altercados que hemos
visto en Madrid, en el barrio de Lavapiés, no son los primeros que protagonizan
inmigrantes indocumentados que se dedican a actividades ilegales y, por
desgracia, no van a ser los últimos ¿Se imagina usted a un honrado comerciante,
que paga sus impuestos, los salarios y las cargas sociales de sus trabajadores
y que vende productos legales que delante de su tienda se pongan un par de
manteros, que ni pagan IVA ni ningún impuesto, a vender productos falsificados,
los mismos productos que venden los manteros en todas partes de España y tras
los cuales hay una infraestructura, unos almacenes y unas mafias? Pues fueron
esos comerciantes los que presionaron al Ayuntamiento de Madrid, el mismo
ayuntamiento donde uno de sus concejales ha dicho que todo lo que ha sucedido
es culpa del capitalismo, para que implementara un dispositivo policial que
acabara con este estado de cosas. Fue precisamente coincidiendo con una
intervención de la Policía Municipal de Madrid para desalojar a manteros, a los
que nunca llevan detenidos, cuando, sin, al parecer, tener nada que ver con la
intervención policial a uno de ellos, bastante lejos de allí, le dio un
infarto. Los “trabajadores manteros”, con el apoyo de medios de comunicación
que censuran imágenes de como agreden a un vecino que bajó en bata y zapatillas
a la calle para increparlos por los destrozos y quemas que estaban ocasionando
y con la bendición de los políticos que se han erigido en ONGs para los
foráneos, mientras hacen la puñeta a los españoles, ahora están todavía más
convencidos de que podrán seguir con sus actividades impunemente.
Como los defraudadores y
corruptos, son muchos los que se han unido a la cofradía de los delincuentes, un
gremio cada vez más numeroso en nuestro país y que empieza a gozar del
reconocimiento social, mientras los que cumplen con las normas y piensan que
los que se burlan de la Ley y los ladrones no son gente honrada empiezan a ser
vistos como de dudosa condición.
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